Un programa antiimperialista para la cultura y las ciencias sociales
(Nota introductoria de Néstor Kohan al dossier de la revista «Referencias»)
Este dossier de la revista Referencias —hoy inhallable hasta en las mejores bibliotecas— reúne una serie de documentos históricos, testimonios y polémicas sobre los proyectos Marginalidad, Camelot y otros similares financiados en las décadas de 1960 y 1970 por el imperialismo.
A través de esos proyectos (y varios otros que vendrán más tarde), algunos intelectuales “progres” aceptaron el dinero sucio y con la mejor expresión distraída, sin hacerse cargo y pretendiendo no pagar ningún costo político por sus decisiones, se pusieron al servicio de la principal potencia capitalista de Occidente.
El dossier fue preparado por el equipo cubano que editaba Pensamiento Crítico, la revista hermana de Referencias, principalmente por Fernando Martínez Heredia (1939-2017).
Al organizar este dossier, Fernando Martínez Heredia retomaba la posta de una muy nutrida tradición antiimperialista que siempre ha rechazado la doctrina Monroe-Adams y ha enfrentado las pretensiones del supuesto “Destino Manifiesto” de los Estados Unidos para regir los destinos del mundo, infaltablemente en nombre de… “la sociedad abierta”, “la libertad” y “la democracia”.
Sobre esta última, el director de Pensamiento Crítico y organizador del dossier de Referencias sostenía:
“Supuestamente, a partir de una teoría y unas prácticas dadas, se llega a una significación de "democracia" que es común para todos. Sin embargo, los marxistas insistimos siempre en que, a la democracia hay que ponerle apellido: burguesa, socialista o esclavista incluso. Nosotros tomamos esa precisión como una de las fuentes básicas de los juicios (y hasta de los prejuicios) de nuestra comunidad intelectual y política; por su parte, nuestros adversarios no suelen reconocer aquella distinción como válida o relevante. Lo cierto es que resulta imposible conocer y operar con el concepto de democracia sin referirlo a una determinada sociedad, ni dejar de dar cuenta de su extraordinaria carga ideológica” (Fernando Martínez Heredia [1989]: Rectificación y profundización del socialismo en Cuba. Buenos Aires, Ed. Dialéctica: 56).
Quizás por eso, en sus conversaciones entre compañeros, compañeras y amistades, solía repetir la siguiente frase: “Nunca te olvides que ellos primero matan y asesinan a miles de los nuestros y luego que nos aplastaron… nos hablan de 'democracia'”.
Como la intervención del imperialismo y sus fundaciones en los diversos campos de las ciencias sociales, los derechos humanos y la cultura se hace siempre en nombre de “la democracia” y “la paz”, Fernando Martínez Heredia expresaba claramente su posición al respecto, sin ninguna ambigüedad ni eufemismos diplomáticos de ocasión: “Es comprensible que Babeuf y Sylvain Maréchal remitieran el derecho de los trabajadores al derecho natural, y que Proudhon, el obrero-economista, calificara a la propiedad burguesa con los epítetos de la moral burguesa; pero no lo es tanto que un siglo después de Marx tanta literatura socialista opere con los conceptos de libertad, igualdad, fraternidad, democracia, paz (la paz sin apellido es la paz burguesa desde los tiempos de Hugo Grocio)” (Fernando Martínez Heredia: “Marx y el origen del Marxismo”, en Pensamiento Crítico Nº41, junio de 1970: 23).
Quizás para quien sea permeable ante la seducción inducida por la efímera farándula intelectual, las “pasantías académicas” y las buenas relaciones con gente influyente en instituciones poderosas, estas reflexiones críticas de Martínez Heredia puedan sonar como exabruptos propios de una “narrativa” demodé, una “izquierda dogmática” y un “marxismo loco”. Sencillo. No lo son. Se basan no sólo en la inmensa y abrumadora cultura política de Fernando Martínez condensada en innumerables libros publicados, en sus revistas y en las cátedras universitarias que coordinó, sino también en su práctica clandestina revolucionaria vinculada al Departamento América de la Revolución Cubana y en particular al comandante Manuel Piñeiro Losada, más conocido como “el gallego” o simplemente “Barbarroja” (Fernando Martínez Heredia [2008]: “Piñeiro”, en F. Martínez Heredia (2010): Si breve… La Habana, Letras Cubanas: 138-143). ¿Quién era Piñeiro? La mano derecha de Fidel. ¿Su tarea? Simplemente apoyar la revolución mundial, sobre todo, la latinoamericana.
La crítica aguda, sin contemplaciones, zigzagueos oportunistas ni vacilaciones timoratas, que señalan y arremeten contra las fundaciones Ford, Farfield, Kaplan, Rockefeller o Carnegie y otras “tapaderas de la CIA” como las denominaban el crítico cultural uruguayo Ángel Rama, los argentinos Gregorio Selser (periodista e historiador) y Daniel Hopen (sociólogo desaparecido en 1976) o el director de la revista Casa de las Américas Roberto Fernández Retamar y el mismo Fernando Martínez Heredia en Cuba, no ha pasado de moda. Porque las formas de penetración y construcción de la hegemonía cultural, manipulación de la opinión pública y reclutamiento sofisticado —donde el empleado o la empleada, seguramente con apellido prestigioso, no sabe exactamente de dónde proviene el dinero de sus becas y viajes y tampoco se preocupa mucho por preguntar— no han desaparecido de escena.
Hoy conocemos mucho más que aquellos datos que tenían a disposición Gregorio Selser, Daniel Hopen o Fernando Martínez Heredia en 1970, cuando criticaban los proyectos de Marginalidad, Camelot o Agile. Pueden consultarse, por ejemplo, las investigaciones posteriores (libros y videos) de María Eugenia Mudrovcic o Frances Stonors Saunders.
Como bien ha señalado esta última autora: “El empleo de las fundaciones filantrópicas” ha sido y sigue siendo “la manera más conveniente de transferir grandes sumas de dinero a los proyectos de la CIA sin descubrir la fuente a sus receptores” (Frances Stonors Saunders [2001]: La CIA y la guerra fría cultural. Madrid, Debate: 192).
Durante los últimos años hemos asistido al accionar sistemático no sólo de las antiguas fundaciones Ford, Farfield, Kaplan, Rockefeller o Carnegie. También hemos podido constatar la omnipresencia de la Open Society Foundation (Fundación Sociedad Abierta, perteneciente al magnate de las finanzas George Soros); la USAID (United States Agency for International Development, Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional); la NED (National Endowment for Democracy, Fundación Nacional para la Democracia), así como la John Simon Guggenheim Memorial Foundation, Fundación Memorial John Simon Guggenheim, que otorga las becas homónimas) y el Programa Fulbright patrocinado por el Bureau of Educational and Cultural Affairs (Oficina de Asuntos educativos y culturales) del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Una telaraña inmensa y asfixiante que ha ocupado la primera fila de la contrainsurgencia operando de manera directa, pero sutil, en la preparación y legitimación del golpe de estado contra el movimiento indígena y popular en Bolivia en noviembre de 2019, en las “guarimbas” (protestas callejeras violentas de extrema derecha) de Venezuela e incluso en el patrocinio de las “inocentes” agrupaciones cubanas que promueven “la transición” y el cambio de régimen político en la mayor de las Antillas, para terminar de una buena vez con “el totalitarismo comunista” y la molesta “confrontación de las ideologías”, según las expresiones que emplea George Soros, discípulo de Karl Popper, en sus libros. ¿O constituye una simple casualidad, meramente fortuita y azarosa, que ante cada golpe de derecha salgan al unísono varias personalidades famosas y supuestamente “progresistas” del mundo de la cultura y las ciencias sociales a organizar solicitadas en apoyo al derrocamiento del presidente Evo Morales, Nicolás Maduro o el liderazgo histórico de la revolución cubana? Uno que otro u otra personalidad aislada se puede equivocar en el análisis. Es comprensible. Pero cuando algunas voces “de izquierda” de repente apoyan a la derecha de forma coordinada y repitiendo un mismo slogan… no queda más remedio que indagar debajo de la superficie. Porque no podemos permitir que se vuelva normal el silencio cómplice y bochornoso de cierta intelectualidad “progre” frente al atropello y vejación de las mujeres indígenas en Bolivia, los atentados con disparos, explosivos y drones contra el legítimo presidente venezolano o la continuación del bloqueo criminal y ya sexagenario contra la revolución cubana…
En paralelo a estas instituciones y en forma complementaria en las tareas de cooptación, operan las fundaciones y ONG de las principales potencias europeas noratlánticas, principalmente de origen alemán, entre las que se destaca la Friedrich-Ebert-Stiftung (Fundación Friedrich Ebert) que promociona la revista socialdemócrata y “progresista” Nueva Sociedad; así como la Konrad-Adenauer-Stiftung (Fundación Konrad Adenauer), vinculada a la democracia cristiana. De las dos, la Ebert y Nueva Sociedad son las que poseen mayor arraigo y presencia en la región latinoamericana. Pero sus brazos también operan al interior del continente europeo.
¿Quizás por eso algún que otro “despistado” llegó a defender que “los bombardeos de la OTAN en el norte de África salvan vidas”?
En definitiva, el programa antiimperialista para la cultura que nos dejaron Fernando Martínez Heredia en Cuba, Ángel Rama en Uruguay y Daniel Hopen en Argentina continúa a la orden del día. Por eso publicamos este dossier al que invitamos a estudiar, con paciencia y perseverancia, para extraer enseñanzas no sólo sobre una historia lejana y remota, sino principalmente sobre nuestro presente.
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(Publicado en La Haine)