Octubre arrancó con el pie derecho para la ciencia en Cuba. Las estadísticas estuvieron reportando bajas en la incidencia de casos de covid-19 y gracias a ello, tras casi dos años de pandemia y meses de confinamiento, restaurantes, gimnasios, el Malecón y otros espacios públicos, antes desiertos, comenzaron a recibir visitantes otra vez.
A la mediana tranquilidad de ver poco a poco el fruto del trabajo realizado desde los laboratorios, el avance en las campañas de vacunación y la producción de los bulbos necesarios para inmunizar a ciento por ciento de la población contra la covid-19, se suman otras buenas nuevas para la comunidad científica cubana. Entre ellas, la categorización de tres nuevas instituciones como Empresas de Alta Tecnología (EAT).
Los Laboratorios AICA, el Centro de Inmunoensayo (CIE) y el Centro de Neurociencias de Cuba (Cneuro), las tres pertenecientes al Grupo de las Industrias Biotecnológicas y Farmacéuticas (BioCubaFarma) se han sumado a las cuatro empresas de este tipo con que contaba el país desde abril del presente año.
El gobierno, así, apuesta por la creación de empresas de alta tecnología como parte de las transformaciones graduales en su sistema empresarial. El término se traduce en altos niveles de investigación, innovación, estándares tecnológicos y personal calificado con que cuentan las instituciones.
Las luces de las EAT en Cuba
Las EAT constituyen hoy una vía eficaz de engarce entre el conocimiento y la producción. Dotan de valiosos beneficios a las instituciones acreditadas como tal, por su capacidad de generar productos innovadores y de valor agregado, así como empleos de calidad y elevadas ganancias.
En Cuba, las EAT entraron en vigor el 26 de febrero de 2020 bajo el Decreto 2/2020, aprobado el 10 de enero de ese propio año. Su aparición responde a las progresivas transformaciones ejecutadas al sistema empresarial desde 2011 y al reconocimiento de la empresa estatal socialista como uno de los actores sociales más importantes.
Según el doctor Agustín Lage, asesor del presidente de BioCubaFarma y exdirector del Centro de Inmunología Molecular de La Habana, las EAT “se perfilan como un tipo de organización con resultados que permiten potenciar el desarrollo económico y social del país, sobre la base de sus recursos de conocimiento y del avance de la ciencia y la técnica”. Destacan, entre ellas, las pertenecientes a los sectores biotecnológicos y farmacéuticos y de la industria del software.
La ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Elba Rosa Pérez Montoya, aseguraba en mayo que se realizarían diagnósticos en empresas de todo el país, pues la nueva política resultaría un incentivo para que se produzca un incremento de la calidad de los servicios que se ofrecen.
Cualquier empresa puede transitar hacia esa condición, no sin antes someterse a una larga lista de condiciones y requisitos que se recompensan con otra serie de facilidades en su gestión, incluidos significativos estímulos fiscales y tributarios.
El Decreto 2/2020 –y las tres normativas complementarias que lo acompañan– recoge que este tipo de entidades debe operar el ciclo completo de investigación, desarrollo, innovación, producción y comercialización de productos y servicios de alto valor agregado, que internacionalmente clasifica como de alta tecnología; basar sus operaciones en productos o tecnologías novedosos debidamente protegidos mediante propiedad intelectual, y obtener certificaciones nacionales e internacionales sobre estos; mantener una alta productividad, que debe superar los 50 000 pesos al año por trabajador y destinar parte importante de sus ingresos a la investigación científica y tecnológica; contar con al menos 15 por ciento del total de profesionales con nivel universitario; trabajar mediante alianzas y redes de colaboración; cerrar su ciclo económico, tanto en el mercado nacional como en el exterior, a partir de exportaciones propias o de la integración con una cadena productiva, etcétera.
La lista continúa. La propia titular del Citma aseveró que se trata de indicadores muy altos. Sin embargo, señaló, es preciso que las entidades con posibilidades se propongan alcanzarlos. A fin de cuentas, son estándares que le permitirán posicionarse en un peldaño de la alta tecnología aplicada a la empresa en la región y así establecer nexos y colaboraciones con entidades similares de otras naciones.
Maridaje con la innovación y el desarrollo tecnológico
Desde la década del 80 –fecha del despegue del sector de la biotecnología en Cuba– hasta la actualidad, se han obtenido vacunas, fármacos, materiales y productos novedosos, muchos de ellos exportables a más de 50 países. Además, existen más de 200 centros y áreas de investigación y desarrollo, y miles de profesionales.
No es de extrañar que contemos, de momento, con siete empresas de alta tecnología en el país, una de ellas perteneciente al Citma y el resto al grupo BioCubaFarma.
Según se corroboró en una emisión del programa Mesa Redonda, en el mes de abril, las primeras instituciones en obtener esa condición fueron el Centro Nacional de Biopreparados (Biocen) y el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), a las cuales se sumaron luego el Centro de Inmunología Molecular (CIM), y la Empresa de Tecnologías de la Información y Servicios Telemáticos Avanzados (Citmatel).
La directora de Biocen, doctora Tamara Lobaina Rodríguez, destacó en el espacio televisivo que el centro “es pionero en la certificación del sistema de gestión de la calidad en la biotecnología cubana y da salida productiva a más de 30 producciones, donde 25 por ciento de las ventas corresponde a productos de exportación”.
En tanto, el doctor Gerardo Guillén Nieto, director de Investigaciones Biomédicas del CIGB, resaltó que la institución dispone de más de 80 objetos de invención y más de 1 300 patentes, concedidas en su mayoría en países de Europa, Japón, China, Brasil y Estados Unidos”.
Tan solo el año pasado, este mismo centro registró ocho patentes nuevas, seis de ellas relacionadas con productos para combatir la covid-19, y en lo que va de 2021 ha podido contribuir con algunas exportaciones de la vacuna Abdala a Vietnam y Venezuela, según aseguró recientemente a BOHEMIA la directora del centro, Marta Ayala.
En el caso del CIM, al decir de su director general, doctor Eduardo Ojito Magaz, este centro obtuvo la condición de EAT con todos sus indicadores cumplidos: 42 objetos de invención y más de 800 artículos científicos.
A su vez, Citmatel se inscribe como la primera entidad dedicada a las tecnologías de la información y las comunicaciones en alcanzar la categoría de EAT. Sus proyectos, según el sitio oficial de la empresa, se vinculan al comercio electrónico, telefonía, internet de las cosas, software para la administración y la ciencia, y desarrollo de aplicaciones para tecnologías emergentes cubanas, entre otras prestaciones.
¿Qué hace entonces a Cneuro, Laboratorios Aica y el Centro de Inmunoensayos ser también empresas de alta tecnología?
En el caso de AICA, se trata de una productora de medicamentos genéricos inyectables y colirios. En el último año asumió por primera vez la fabricación de vacunas y de Nasalferón (lnterferón alfa 2b humano recombinante, administrado como gotas nasales contra la covid-19); en sus laboratorios se llevó a cabo el proceso de fabricación industrial a gran escala del antígeno Abdala. No solo fue capaz de asimilar una transferencia de tecnología, sino también de escalar las producciones casi al triple de sus capacidades.
Por otro lado, Cneuro se enfoca en investigaciones de neurociencia y neurotecnología. Registra, además, estudios en neurociencia cognitiva, análisis de señal bioeléctrica, genética molecular e impresión 3D para dispositivos médicos, entre otros temas de la rama. Fue aquí donde se desarrollaron los primeros 500 ventiladores pulmonares cubanos de emergencia para enfrentar la enfermedad de covid-19 y, de paso, otro virus tan letal como el SARS-CoV-2: el bloqueo estadounidense.
En tanto, el Centro de Inmunoensayo se perfila como una empresa biotecnológica con más de 30 años de experiencia en la producción de la tecnología SUMA (Sistema Ultramicroanálitico, utilizado en el diagnóstico de pacientes con sospecha de infección). Una planta de este centro produce los biosensores utilizados en la medición del nivel de glucosa en sangre a pacientes diabéticos, proyecto que cuenta con la colaboración de China.
Ese maridaje que han sabido mantener las siete instituciones con la innovación y el desarrollo tecnológico, le han valido para ser avaladas por el Citma. Pero solo durante tres años ostentarán la condición de EAT: así lo establecen las normativas. No obstante, con toda seguridad Biocen, el CIGB, Aica, Cneuro, Citmatel, el CIM, y el CIE seguirán trabajando para, una vez cumplirse el plazo, optar por extender el título. Mientras, otras instituciones, como se espera, se irán sumando a la lista paulatinamente.
En medio del complejo escenario que enfrenta la economía, el país apuesta cada vez más por el empleo de la ciencia, la tecnología y la innovación para su soberanía y desarrollo. Pienso entonces en citar nuevamente las palabras de Lage, cuando en su artículo La empresa de alta tecnología y la gestión de discontinuidades, expresó: “La EAT será un instrumento imprescindible para cumplir la tarea encomendada por el Comandante en Jefe Fidel Castro: que la ciencia y sus producciones ocupen algún día el primer lugar en la economía nacional”.