El Teatro La Caridad, de Trinidad.

Cuando en la noche del nueve de enero del presente año el Teatro La Caridad, de la bellísima localidad de Trinidad, volvió a abrir sus puertas al público, a Alberto Turiño, un hombre de arte, cierta paz le invadió el cuerpo. 

Ser testigos del renacimiento de una institución que ha estado indisolublemente ligada a la historia de la ciudad museo del Caribe y a su movimiento artístico, con presencia del arte de las tablas siempre, nos energiza a quienes vivimos en este añejo sitio que es tradición en toda su anatomía y hacemos por ella, enfatizó. 

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Ya dentro, el rojo de las alfombras, las lunetas y las cortinas y el blanco de paredes y muros de los balcones interiores provocan un contraste que atrapa a la vista del menos curioso de los seres humanos. 

Es como una imprescindible resurrección, murmuró admirada la afamada artista de la plástica Yudit Vidal Faife, al entrar a la espaciosa sala que puede acomodar a unas 400 personas.
 
La majestuosidad de la cubierta en sus dos primeras crujías, el rescate de sus motivos florales, los camerinos, cada detalle, lleva implícito un derroche de profesionalidad y paciencia de la arquitecta Rosela Ayala y otros especialistas de la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Valle de los Ingenios, artistas de la plástica, obreros y trabajadores por cuenta propia, responsabilizados con la recuperación del coliseo.

Esta osadía restauradora costó más de un millón 300 mil pesos en moneda total y le devolvió a la “La Caridad”, fundado en el lejano 1936, todo su esplendor arquitectónico, muy llamativo desde que se penetra por la puerta principal, hacia el salón anterior al lunetario, con motivos de época reveladores.
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Deuda de honor con la urbe y sus moradores saldada, así de preciso fue Duznel Zerquera Amador, director de la Oficina del Conservador, mientras explicaba a un equipo de prensa todo cuanto rodeó a la restauración del inmueble, con un marcado estilo neocolonial.

Con la reapertura de esta colosal obra fueron borrados casi 30 años de infortunio, de inmovilidad, que llevó al teatro prácticamente a las ruinas y esa escena no cabía ya entre los aires de una Villa que enamora cada día más al mundo por sus valores culturales y su gente, dejaba saber entonces Zerquera Amador.
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El desafío inicial estuvo en la obra civil, por el respaldo de dinero que demandó y la magnitud de las labores. Pero también lo fue la adquisición de la tecnología, el montaje del equipamiento y el diseño escenográfico, encargo que asumió el Ministerio de Cultura para concluir su ejecución en un año marcado por la pandemia de la COVID-19 y sus estragos en el planeta.

Las brigadas de Tecno-Escena, de La Habana, resultaron imprescindibles en la resurrección del teatro: luces (con dos seguidores), audio, alfombrado, montaje de cortinas, telones y lunetario matizan de modernidad a la nueva sala, que suma, además, novedosos sistemas de alarma y contra incendios.

Compromiso, trabajo, sensibilidad y amor curaron no pocas añoranzas y regalaron un sitio de lujo para apreciar en lo adelante lo más valioso del arte y la cultura de Trinidad, de Cuba y también de otros lares.

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Ahora, al tradicional inmueble se suman, respetando las virtudes arquitectónicas, un piano bar y un café teatro que añaden interés y servicios al público que llega hasta el Teatro La Caridad, un coliseo prestigiado en momentos de su vida por la presentación de personalidades como Rosita Fornés, el pianista y compositor Felo Bergaza y el actor Alejandro Lugo, entre otros.

Después de más de dos décadas de espera, los trinitarios y otros invitados "retratan" cómo se abren las cortinas y un esperado suceso alimentará en lo adelante miles de almas necesitadas del buen arte.