La lectura acompaña

Con los libros pasa lo mismo que con las personas, que unas empiezan a hablarte de otras y se va tejiendo y ampliando una red de conocidos de amigos, y amigos de conocidos, a la que se acaba conociendo por curiosidad o por azar(Carmen Martín Gaite).

Si miramos bien, pocas veces en la vida el ser humano se siente acompañado. La compañía es algo tan relativo e intangible que uno puede estar adentro de una multitud y sentirse completamente solo, distante e incluso apartado.

Existe la falsa creencia de que tener muchos amigos puede brindarte compañía, seguridad, sosiego y hasta un relativo confort. No son necesarios tantos amigos, sino solamente los imprescindibles.

Puedes estar en un grupo enorme de personas y creerte abandonado en el confín más remoto del universo, sencillamente porque tus intereses no son coincidentes con los de ellas. Puedes hallarte bien lejos del ser amado y sin, embargo, experimentar una poderosa sensación de compañía que a muchos produciría envidia.

Liliana María Afonso Sánchez, licenciada en Gestión de la Información y especialista en Bibliotecología Médica, es una mujer que irradia su amor por la literatura, dentro y fuera del hospital municipal docente “Armando E. Cardoso”, de Guáimaro.

Todos los buenos lectores son seres que en algún momento de su vida han experimentado la soledad. También quienes escriben conocen bien de esto. Ernest Hemingway solía decir que el de escritor era el oficio más solitario que existía.

Lo mismo podría decirse del oficio de leer si se mira externamente. Porque si miras bien, quien lee, al instante se encuentra acompañado. Deja el mundo real, ya sea una plaza llena de gente o la habitación que le cobija y, mediante la lectura, consigue arribar a otro mundo paralelo, el de la historia contada en ese libro en cuestión.

Avanzando por los caminos misteriosos de aquella historia en que se afane, el solitario lector hallará de inmediato a un montón de gente a su alcance, dispuesta a compartirle sus problemáticas y sueños, sus afanes y penurias, su pobreza humana o su riqueza espiritual.

Porque leer nos lleva lejos y nos lleva cerca, lejos en el tiempo y el espacio, a conocer aquellos rostros del mundo que nunca imaginamos pudieran existir. Pueden ser rostros misteriosos e inquietantes o, por el contrario, rostros que nos regalan paz y armonía.

También nos lleva cerca la lectura en adentrarnos hasta el corazón de un personaje para, incluso a través de él, descubrir las emociones que más nos confunden o embriagan de nosotros mismos. Un libro permite que nos repensemos como humanos, que seamos capaces de juzgarnos frente a determinadas situaciones y que decidamos cambiarlas y cambiarnos.

Toda la distracción, entretenimiento y riqueza espiritual que  produzca un libro comenzará justamente por un acto de acompañamiento inicial apenas perceptible por parte del lector. Va abriendo las páginas, adentrándose en la historia y de repente caerá en cuenta de que es un cautivo, a quien ya no le resultará posible escapar hasta que no arribe al desenlace.

Leer es sentirse acompañado. Sufrir. Divertirse. Combatir. Padecer. Emocionarse. Experimentar odio y amor. Viajar. Crecer. Volar alto y volar lejos. Pero, siempre, creerse en compañía de presencias tan poderosas como intangibles. ¡Siempre, por toda una eternidad, un buen libro estará dispuesto a ser nuestra mejor compañía!

Leer es como hacer un viaje interminable. Los libros son esos compañeros mágicos que nos permiten llegar más lejos que cualquier vehículo convencional.

También, los buenos libros nos reivindican y llenan de esperanzas, están ahí, solo esperando por nosotros, para demostrarnos, fieles y oportunos, que lo bueno también es posible.

Casi todos los escritores que conozco, con independencia de la visión peor o mejor que tengan del mundo, de manera creativa, tratan en sus obras de reconstruir realidades para volverlas diferentes, mejores.

Es mi propia experiencia y también conozco personas a las que leer determinado libro les cambió su vida, les permitió tomar decisiones oportunas o encontrar a la persona imprescindible. Leer un libro les demostró que la fortuna puede estar en el propio jardín de nuestra casa pero que, quizás para descubrirlo, antes hayamos tenido que dar la vuelta al mundo.

Ese puente mágico de la lectura siempre es capaz de propiciar que lleguemos un poco más lejos en nuestra andadura como seres humanos; es un puente tan invisible como poderoso; ese puente que muchos jamás se han aventurado a conocer, pero otros, valientes, emprendedores, decididos y aventureros, sortean cada vez que tienen oportunidad.

Arley de Jesús Barrera Acosta, un joven camagüeyano para quien la lectura ha sido hobby, refugio y fuente de conocimiento. Foto: Ilieth Acosta.

Pocos quizás lo reconozcan, pero siempre la lectura acompaña, brinda consuelo y refugio y puede ser la mejor medicina para las ofensas de la vida, como dijera Césare Pavese. Es que la lectura permite experimentar múltiples sensaciones, pero sobre todo, acompaña en cada momento de la existencia, ya sea que nos sintamos felices o tristes.

Porque leer es un ejercicio tan creativo como edificante. Cuando, sin dejar de ser nosotros, nos metemos en la piel de otro personaje estaremos, bebiendo a la vez las esencias de su autor, sus mitos y sueños, sus anhelos y realidades, sus ángeles o demonios.

Justo entonces es que se produce esa magia de la lectura, la inenarrable comunión entre seres separados quizás por siglos o kilómetros de distancia pero que, gracias a un argumento, se tornan tan cercanos como si juntos anduvieran el más agreste camino.

No podrá existir mejor acompañamiento que cuando gracias a una historia se conjugan las personalidades de autor, personaje y lector. Mediante la página impresa viajará desde uno al otro un extraño y apenas visible aliento vital capaz de producir, una vez más —y por siempre— ese telúrico milagro que en ocasiones consiguió mover la voluntad de quienes, quizás inspirados en la gesta de un personaje tan portentoso como Alejandro Magno, un buen día deciden, a su vez, cambiar el mundo.

Leyendo en aislamiento. Foto: Margarita Montes de Oca Carmenaty.