Cada 16 de noviembre es una invitación a revisitar La Habana, la ciudad maravilla, la capital de todos los cubanos, azul de la bahía al cielo. La Habana que enamora a primera vista y luego te hace sufrir y soñar a partes iguales.
A la joven Habana es conveniente contarle los años en canciones, en versos; mirarla desde el arte; espantarle el gorrión que vive en los andamios; recordarle que, a pesar de los hijos que se le han ido, nunca está sola, siempre quedamos otros, nacidos de su vientre o adoptivos, para apuntalarle la esperanza.
Para la artista de la plástica y poetisa Ileana Mulet, La Habana es una «mujer de pelambre verde, ajetreos y piedras». Nuestro Alejo Carpentier se gastó adjetivos y descripciones increíbles para eternizar «La ciudad de las columnas». «Qué sería de mí si no existieras», se preguntaba Fayad Jamís, «si no existieras, mi ciudad de sueño, en claridad y espuma edificada, Qué sería de mí sin tus portales, Tus columnas, tus besos, tus ventanas. (…) Si no existieras, yo te inventaría, Mi ciudad de La Habana».
«Habana a tus pies, no sabría cómo amarte de otra forma, Habana a tus pies, pasa el tiempo y tu recuerdo no se borra», le confiesa el cantautor argentino Fito Páez. Mientras que Joaquín Sabina, ese español sin límites que se ha llamado a sí mismo un eterno amante de Cuba, nos regaló una postal de La Habana, donde los peces bailan con la historia de un guaguancó…
Declarada por la Unesco Ciudad creativa de la música, La Habana es, sin dudas, melodía. Desde Hoy mi Habana, una canción escrita por José Antonio Quesada en 1894, que parece acabada de estrenar; la Hermosa Habana de los Zafiros, compuesta por Rolando Vergara; Andar La Habana, incluida por el trovador Ireno García en su disco de 2014, Dibujando canciones, pero que ha llegado a todos los hogares cubanos a través del programa de televisión homónimo que conducía Eusebio Leal.
Y aunque dice el poeta que la compuso para una mujer, en Esto no es una elegía, de Silvio Rodríguez, suena La Habana de principio a fin. Sábanas blancas, de Gerardo Alfonso, para sentir el día a día de la ciudad; Habáname, de Carlos Varela, el instinto de salvarla siempre, y La Habana sí, de los Van Van, para echarle ganas y llegar a mil años cantándole en el muro del Malecón.