La noche del 28 de octubre de 1948, en el antiguo Teatro Auditórium, actual Amadeo Roldán, el conjunto integrado inicialmente por artistas de varias nacionalidades brindó la primera función.
Medios de prensa de la época reflejan el suceso como punto de partida del Ballet Alicia Alonso, nombre que aprovechaba la relevancia internacional de la célebre bailarina cubana, que tiempo después sería reconocida como una prima ballerina asssoluta.
La joven Alicia compartía junto a su primer esposo, Fernando Alonso, y cuñado, Alberto Alonso, también profesionales de la danza, un sueño de repercusiones planetarias.
La llamada “trilogía Alonso” osó crear la primera compañía de ballet del país en medio de escaseces económicas, prejuicios sociales y ningún apoyo del gobierno de entonces.
Un grupo de amigos, integrantes -como el matrimonio Alonso- del Ballet Theatre (hoy American Ballet Theatre), de Estados Unidos, se sumaron al grueso del elenco inicial, pero con el tiempo necesitaron retomar sus empleos u otros contratos en el extranjero para poder subsistir.
El entonces Ballet Alicia Alonso no contaba con una cantera de artistas que permitiera nutrir sus filas y la creación de un centro formador de bailarines profesionales devino una necesidad urgente.
Una vez más, los fundadores dispusieron de sus recursos personales y apoyados además por una pequeña subvención estatal abrieron, en junio de 1950, una academia de ballet.
En dicha institución, el maestro Fernando Alonso puso en práctica una metodología que combinaba estudios científicos con experiencias y criterios confrontados con su esposa y hermano, o a veces inferidos de la obra de alguno de ellos.
Tal labor permitió el desarrollo de varios talentos y en especial de una estética propia que no tardaría en llamar la atención de los expertos y bailarines foráneos.
La crítica internacional reconocería, a inicios de la década de 1960, el surgimiento de una nueva escuela: la cubana, capaz de competir con las cinco previamente establecidas en Europa por italianos, franceses, daneses, rusos e ingleses.
Tras el triunfo de la Revolución cubana, en 1959, los Alonso construyeron un sistema académico que permitió integrar la enseñanza escolar a la artística desde la adolescencia hasta la adultez, y sembraron la semilla de la danza hasta en los lugares más intrincados del país.
Las primeras generaciones de bailarines asombraron al mundo en los concursos internacionales de Varna, Bulgaria, en la década de 1960, evento considerado como el decano de las competencias en este arte.
En aquella etapa, el Ballet Alicia Alonso convertido en Ballet de Cuba, adoptó la denominación definitiva de BNC.
Momentos significativos para la compañía fueron su participación en los Festivales Internacionales de Danza celebrados en Francia, en 1966 y 1970, donde le fue otorgado el Grand Prix de la Villa de París, así como importantes premios a jóvenes integrantes.
En la actualidad, asombra la juventud y maestría para combinar el buen gusto y el espíritu criollo en las obras clásicas, brindándole mayor fuerza y riqueza a la tradición.
Desde su surgimiento, el BNC ha llenado de gloria al país y al continente latinoamericano; 76 años después, bajo la dirección de una discípula de los Alonso, la primera bailarina Viengsay Valdés, lucha por mantener una calidad reconocida a nivel mundial.
Así lo demostrará en el 28 Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso (nombre sumado a partir de 2016), que el BNC liderará desde este 28 de octubre hasta el 10 de noviembre, con la participación de artistas de más de 15 países.
Con el objetivo de celebrar su cumpleaños, el conjunto danzario será el gran protagonista de la gala de apertura del evento, para comenzar a compartir escenario en días sucesivos con representantes de otros países.
Precisamente, para acuñar la relevancia de la compañía para la Patria, el Gobierno de Cuba declaró al BNC, en 2018, Patrimonio Cultural de la Nación.