Tenerlo delante impresiona. No tanto por su estatura de gigante o por sus brazos de puro músculo; tampoco por su voz atronadora, su mirada de fuego, o porque sea el luchador más temido por los rivales desde que en 2005 ganó su primera medalla en un campeonato mundial. Mijáin López impresiona porque con 38 años y cuatro títulos olímpicos que lo convierten en el luchador más laureado de todos los tiempos, aun conserva esa pasión de los inicios.
Quizás esa sea una de las claves que le permitió llegar hasta Tokio y agrandar su leyenda. Como mismo ocurrió en Río, aquí tampoco surgió un rival que le lograra marcar al menos un punto. Ni siquiera el turco Riza Kayaalp, el único con el don de vencerlo en los últimos años. Tampoco lo consiguió el georgiano Iakobi Kajaia, un hombre que llegó a una final histórica contra la leyenda.
“Estamos demostrando que nada nos vence. Yo solamente estoy cumpliendo con mi trabajo y haciendo lo que me enseñaron mis antecesores. Esto es una alegría más para el pueblo”, aseguró.