El béisbol es un elemento adherido a la identidad del cubano, a su torrente sanguíneo, a su forma de pensar y proyectarse. Prácticamente pudiera decirse que se inoculó a nuestro ADN desde su llegada a la Isla en por allá por la década de 1860 del siglo XIX.
Sì, porque hasta en eso hay controversia de los historiadores, asociada al primer juego oficial de pelota en nuestro país, y a la introducción de la práctica beisbolera…
Que si unos marineros estadounidenses que estaban anclados en la bahía de Matanzas, que si los hermanos Guilló en La Habana, que si otreo grupo de marines “yanquis” que lo jugaron en Cienfuegos.
Desde sus albores ha generado disímiles polímicas. Sin embargo, en lo que casi todos coinciden es que que es parte irreductible de cubanía e identidad. Por eso todos aplaudimos la noticia de que nuestra pelota será acreedora de la condición de Patrimonio Cultural de la Nación el próximo 19 de octubre en el estadio Palmar de Junco, de la ciudad de Matanzas, precisamente uno de los escenarios al cual se atribuye el primer desafío oficial.
La noticia la reveló este jueves el comisionado nacional Juan Reinaldo Pérez, detallando que la ceremonia que albergará el mítico Palmar de Junco, enclavada a unos 110 kilómetros al este de La Habana, y donde aquel encuentro se desarrolló el 27 de diciembre de 1874, devendrá una de las actividades priorizadas en la agenda de la jornada por la cultura cubana (del 10 al 20 de octubre).
Lógico, cultura, Patrimonio, Nación… “Prohibido todo tipo de jueguito de pelotaa, Hato viejoooo o como quiera que le llaméis…!!!!
Enseguida saltó a mi mente esa frase, también incrustada en el imaginario popular del cubano y proveniente de uno de nuestros dibujos animados, tan arraigado como la misma pelota.
Entonces, el merecimiento sobrado, por estar en nuestras vidas, por ser generador de grandes alegrías, triztezas, polémicas, comentarios perennes y todo tipo de emociones, por incrustar en el Parqaue Central y la Plaza de Marte un trozo eterno de latidos, sapiencia y amor. Por hacer que lo carguemos siempre en nuestras mochilas, sin importar declive profundo, o éxtasis único, como el del segundo lugar del I Clásico Mundial, el gesto de Pedro Luis Lazo desde el montículo tras la crucial victoria en semifinales ante República Dominicana, el fildeo de Carlos Tabares en Juegos Olímpicos que todos recuerdan, o el jonrón salvador de Kendry Morales en el estadio Latinoamericano.
También hay que remarcar el reciente título de bateo de Yuliesky Gurriel con 319 de average en la Liga Americana de la Gran Carpa, tiene sabor cubano, por herencia y por esa genética que lo hizo labrar buena parte de su historia como extraclase en nuestros diamantes, y honrar el nombre de Lourdes Gurriel, su padre y uno de los legendarios de nuestra pelota revolucionaria.
Sí, la pelota cubana será Patrimonio Cultural de la Nación, cuestión que para ser preciso debió de haber sucedido antes. Por mucho que la intenten desangrar, boicotear con políticas hostiles o demeritar en diferentes contextos, ese puesto en un sitio de honor dentro de nuestra ideología, identidad y cultura, nadie se lo podrá arrebatar.
A tal punto que por allá por el 1 de octubre de 1968 el entonces Capitán General de la Isla, Francisco de Lersundi dictó un decreto suprimiendo su práctica, el cual sostenía que: "es un juego antiespañol y de tendencias insurreccionales, contrario al idioma, y que propicia el desamor a España"…, lo cual lo convirtió su práctica en clandestina y una suerte de desacato a las autoridades. Además de símbolo ineludible de rebeldía, pues muchos de los pioneros del béisbol conspiraron contra el poder de la colonia, e incluso algunos murieron en el campo de batalla enfrentando el colonialismo, o víctimas de destierro.
Me levanto de la máquina, con deseos de dialogar, sigo al detalle todo lo que ocurre en las Ligas del Caribe, Japón, Korea, Europa, la MLB y su postemporada, la preselección sub-23 que asistirá a los I Juegos Panamericanos Junior de Cali, y donde quiera que se respire pelota con aluna pizca de ingrediente o sabor cubano. Así lo veo, la cultura de la Nación no establece fronteras…