Hizo muy bien el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación en no hablar de pronósticos para Cuba de cara a los I Juegos Panamericanos Junior Cali-Valle 2021. La intermitencia en la preparación, el desconocimiento de la forma de varios rivales y la incertidumbre en torno a una competencia pactada para una fecha inusual dejaban excesiva incertidumbre en el ambiente.
Sin embargo, la Mayor de Las Antillas regresa de Colombia con la sonrisa en el rostro, aun cuando tiene caminos por enmendar para hacerla más amplia.
Primero, los números. En suelo cafetero la delegación cubana conquistó 70 preseas, divididas en 29 de oro, 19 de plata y 22 de bronce. Esa renta la dejó en el quinto lugar del medallero, un listado que vio a Brasil (59-49-55) consolidarse como potencia regional. Colombia (48-34-63), Estados Unidos (47-29-38) y México (46-78-48) terminaron por delante de los nuestros. En total 19 países alcanzaron al menos un premio dorado.
La ubicación ronda lo esperado, sobre todo porque los 212 deportistas antillanos en Cali solo estaban inscritos en 190 de las 321 pruebas del programa. Dicho de otro modo, desde el inicio no tuvimos opciones de medallas en el 41 por ciento de los eventos.
Ese es precisamente uno de los elementos que nos colocan en desventaja, sobre todo en citas regionales como esta. Reducir esas brechas es uno de los desafíos.
Por deportes, otra vez la lucha, el atletismo y el boxeo dieron los mejores empujes, esta vez acompañados por la tradicional constancia del judo y el canotaje y las agradables sorpresas de los clavados y el tenis de mesa.
Además de esas siete disciplinas con títulos, Cuba tuvo medallas en el levantamiento de pesas, el remo, el karate, el pentatlón moderno, la esgrima, el voleibol de playa y el béisbol. La mitad de los deportes en que participamos ganó una presea.
Entre ellos, los luchadores coparon titulares con nueve coronas y 15 metales en total, una actuación válida para liderar el torneo. Otra vez los grequistas comandaron las acciones y consolidaron la especialidad como punto fuerte dentro del movimiento deportivo cubano, aunque ahora los tres oros de las mujeres en el estilo libre alegraron sobremanera.
Otros deportes de combate como el boxeo y el judo mostraron talento de cara al futuro. En el encerado, el buque insignia acaparó cuatro oros con una generación de muchachos muy jóvenes, pero ya capaces de sostener el estilo de la escuela cubana de boxeo. Por su parte, el judo ganó medallas con todos sus exponentes, incluyendo los títulos de dos promesas como los superpesados Omar Cruz y Thalía Nariño.
Mientras tanto, el atletismo tuvo una actuación por encima de lo esperado con nueve títulos, seis platas y tres bronces. Antes de llegar aquí los entendidos colocaban los pronósticos entre cuatro y cinco oros, pero las extraordinarias actuaciones de Yoao Illas (400m c/v), Daily Cooper (800m), Yaritza de la Caridad Martínez (martillo) y sobre todo de Greisys Robles (100m c/v), superaron esa previsión.
Junto a ellos, los méritos para el resto de los campeones, así como para Ariliannis Colás, Darielys Sentelle, Juan Carley Vázquez, Lázaro Rodríguez y Leonardo Castillo, todos con marcas personales. Del lado contrario, nuevamente las pruebas de velocidad dejaron poco aliento y demasiadas expectativas.
En el deporte rey es clave resaltar otro asunto: la presencia de figuras en especialidades con pobres resultados para Cuba en los últimos años. Los casos de las vallas largas, la bala y el martillo en ambos sexos, el disco varonil y los propios 100 con vallas, mostraron a jóvenes con los que es urgente trabajar para garantizar su paso a la categoría de mayores sin detener el crecimiento visto ahora.
Lo mismo sucede con la selección de clavados, sin dudas el deporte revelación para Cuba en estos juegos. Cinco medallas y el segundo lugar por naciones se traducen en una excelente preparación en el Complejo de Piscinas Baraguá de La Habana, pero también debe convertirse en incentivo para foguear a los mejores talentos en torneos de nivel, un reto sobre todo para las disciplinas que sin apenas roce competitivo, mostraron atletas de valía.
Además del increíble oro en el torneo mixto por equipos, los dos títulos de Anisley García y las medallas de Laydel Cervantes y Luis Gustavo Cañabate, los clavadistas también destacaron por su estirpe y rigor.
Casi todos mostraron algunas ejecuciones complejas para su nivel, no bajaron la guardia y lucharon por las mejores ubicaciones posibles. Dentro de la delegación, fueron ejemplo de consagración.
Junto a ellos se incluye el tenis de mesa, con el esperado título de Daniela Fonseca y otras seis medallas en todos los eventos. También lo hace el voleibol de playa, con una dupla masculina de plata en un torneo donde también demostraron que merecen opciones en un nivel superior.
Sobre otras actuaciones cubanas en Cali, es merecido resaltar las esperadas coronas de José Ramón Pelier y Katherine Nuevo en el canotaje. Por su parte, los nadadores también dejaron buenas sensaciones con su acceso a finales y la rebaja de varios cronos personales, aunque todavía tienen aspectos por mejorar para aspirar al podio.
Mientras tanto, también son destacables las tres medallas del levantamiento de pesas, así como el regreso al podio de un kayacista antillano. Disciplinas como el remo, el karate, la esgrima y el pentatlón moderno ganaron un bronce, aunque ellos apelaron más a las siempre peligrosas individualidades. En el caso del béisbol, terminaron con un tercer puesto que de nuevo resalta la necesidad de mirar su desarrollo.
Del lado contrario, es preocupante el bajo nivel mostrado por el taekwondo y el ciclismo, dos especialidades que son copia de lo visto entre mayores. Asimismo, también debe saltar las alarmas la ausencia de competidores en la gimnasia artística, una especialidad que intentó despegar en los últimos años pero que cuestiones extradeportivas otra vez sumieron en el silencio.
Mientras, la gimnasia y la natación artística, el tiro con arco, el bádminton, las velas, las modalidades de patinaje y el triatlón, mostraron que aun les falta camino por recorrer. En el caso del balonmano, el rendimiento de nuestras selecciones deja esperanzas de cara al futuro.
Pero más allá de resultados, marcas o medallas, algo más hay que resaltar de la presencia cubana en Cali: el trabajo en la base. Se trata de la entrega de un grupo de entrenadores casi siempre anónimos encargados de captar a los deportistas, encaminarlos en cada disciplina y colocarlos en el alto rendimiento para continuar su formación.
Y ahora, cuando la pandemia desconcentró a todos los deportes y la gran mayoría de estos muchachos volvieron a sus provincias, ese grupo de preparadores dio su aporte y veló por los entrenamientos muchas veces desde las mismas áreas deportivas donde iniciaron a los atletas. De ellos, quizás como pocas veces antes, dependieron buena parte de los logros en Colombia.
En sentido general, la actuación de Cuba en los Juegos Panamericanos Junior es satisfactoria incluso más allá de los premios y las 28 clasificaciones rumbo a Santiago de Chile 2023. Cali-Valle 2021 demostró que el deporte cubano tiene una buena cantera rumbo a los próximos ciclos olímpicos, mientras señaló a un grupo de deportistas listos para escalar a primeras figuras con mayor urgencia.
No obstante, como parte de los desafíos actuales es vital buscar maneras para insertar nuestros talentos en torneos de nivel, así como a no demorar las actualizaciones sobre componentes técnicos que forman parte de la preparación moderna. A fin de cuentas, de buena parte de estos chicos depende el futuro del deporte en Cuba. Merecen los aplausos de ahora y las oportunidades en el futuro.