Nos acercamos a trascendentales conmemoraciones como el aniversario 60 de la proclamación del carácter socialista de la Revolución Cubana y la victoria del pueblo en las arenas de Playa Girón y, próximos al 8vo. Congreso del Partido, se nos presentan desafíos ideológicos que, en esta hora crucial, exigen de nosotros una claridad en el pensamiento, una conducta ética en nuestro actuar cotidiano, una definición revolucionaria en momentos donde las amenazas crecen, los nocivos efectos de la postmodernidad se imponen y aumenta la crisis de valores diseñada para colonizar las mentes y convertir a los colonizados en seres conducidos como maniquíes sin criterio, sin pensamiento propio, sin identidad.
Se cumplieron 62 años del triunfo de la Revolución Cubana y a las puertas del Congreso de la continuidad el debate de ideas es vital para el tejido espiritual de la nación y para continuar fertilizando la unidad como pivote esencial en la defensa de la patria. Es preciso, revisitando la obra de pensamiento y acción del revolucionario Armando Hart Dávalos, fortalecer el diálogo de generaciones en esta batalla cultural que libramos. Existe, por parte de Goliat, un propósito, y es el de enajenar a los jóvenes y reproducir en ellos valores que responden a un modelo económico y social insostenible; que siembra el egoísmo, la apatía por todo lo que estimule el pensamiento crítico, la exaltación de lo material, las actitudes banales y consumistas de productos enajenantes.
El 8vo. Congreso del Partido deviene motivación necesaria para estimular el pensamiento y la acción revolucionaria de nuestra juventud; especialmente de esa que puede ser confundida y manipulada por los peones de una política cuyo objetivo siempre ha sido derrocar la Revolución en Cuba, desunir a los cubanos (máxime a las más jóvenes generaciones con la de nuestros padres y abuelos), en definitiva, socavar lo más genuino de un proceso de construcción colectiva que ha tenido en los jóvenes una fuerza capaz de transformar y cambiar aquello que debe ser cambiado, para el bien de la sociedad, para el bienestar del pueblo. En los jóvenes ha vivido la Revolución, ella ha sido vivida por sus jóvenes.
Por otra parte, nuestra juventud es víctima de una política que intenta derrocar la Revolución minando el pensamiento de sus jóvenes, queriendo generar en ellos desmotivación, desarraigo y desinterés por temas vitales, por asuntos que inciden en cada ciudadano como sujetos políticos que todos somos. Una juventud aislada y dividida es alimento a los fines subversivos e intentos desestabilizadores de los aliados y ejecutores de la política guerrerista del imperio estadounidense contra Cuba.
Los hechos más recientes de ataques a la Revolución han sido una muestra de cómo se manipula, se desinforma, se genera confusión mediante el uso despiadado de redes sociales digitales, a través de shows mediáticos y convocatorias contrarrevolucionarias. Se atacó la cultura cubana, su institucionalidad, sus bases más genuinas; se mancillaron símbolos, se intentó legitimar una impúdica componenda financiada por las mentes macabras del gobierno imperialista y sus mecanismos venenosos.
Y tales actos son solo una parte del plan tenebroso proveniente de Estados Unidos. Debemos estar alertas, he ahí un reto esencial. Es preciso formar en nuestros jóvenes un pensamiento crítico, dotarlos de herramientas para su toma de partido (indudablemente las juventudes cubanas han de asumir una posición en cada momento que se precise por la Patria, las circunstancias, el curso de los acontecimientos del país).
Asirnos cada vez más al pensamiento descolonizador es un ejercicio que nos armará de un cuerpo de ideas que serán nuestro estandarte en esta batalla cultural. Vivimos una revolución cultural, no tengo dudas, y revisitando Palabras a los intelectuales de Fidel; me percato que a la luz de hoy este discurso trascendental ha de ser leído e interpretado de forma contextualizada; porque la cultura de un pueblo se va renovando con el paso del tiempo, claro, sin perder sus esencias, eso sería hacerle el juego al pretendido desarraigo que nos quieren imponer.
La cultura no es inamovible, ni estática en un punto sobre el que no giran los cambios que se suscitan en el país, los criterios estéticos que van tomando lugar, la construcción de un imaginario que ha sido sembrado y cultivado para luego hacer parte de una obra acumulada que antecede a las nuevas generaciones. O sea, bajo los principios expuestos por Fidel, adecuarse al momento, es el arte de la política; luego esa adecuación no ha de costarnos los ideales que nos definen. Vivir la Revolución hecha por jóvenes y resuelta a vencer límites para fortalecerse y llenarse de vitalidad es tarea de jóvenes. Para ello es preciso beber de la savia de nuestros padres, volver una y otra vez sobre la obra de pensamiento y acción de nuestros maestros en la lucha revolucionaria.
El Presidente Díaz-Canel, un ejemplo de político intelectual, expresión de aquel concepto defendido por Armando Hart de la cultura de hacer política, nos ha convidado a pensar como país, a sentir con alma de nación, a salir al camino con la pupila insomne de Rubén Martínez Villena. El llamado de nuestro Presidente es muy claro, interpretemos sus palabras en la clausura de la más reciente sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y hagamos de esa convocatoria a seguir luchando juntos por la Patria, un ejercicio cotidiano de pensamiento y acción. Nos enseñó Martí que decir era hacer si se decía a tiempo. A tiempo estamos de continuar refrendando nuestra bandera, de sembrar más conciencia y fomentar un debate que toque las fibras de nuestro pueblo, que levante plenamente ese espíritu revolucionario que como estirpe se encarna en los cubanos de verdad. He ahí un propósito fundamental del Congreso de la continuidad. Defender nuestra cultura e identidad, pensarnos nosotros y hacer las propuestas que mejor se correspondan con la construcción de nuestro socialismo es deber que tenemos. No vendrán de afuera a decirnos cómo seguir haciendo Revolución, cómo crear y fundar, desde la fórmula del amor triunfante, los estímulos necesarios para que Cuba Viva