En las primeras horas del 17 de abril de 1961, los mercenarios desembarcaron por Playa Girón y Playa Larga en la Bahía de Cochinos seguros de que arribarían a La Habana como libertadores junto a los batallones de milicianos que se les unirían, como les aseguró la CIA.
Pero la realidad fue otra y dos días después, el 19 de abril de 1961, hace 60 años, los que sobrevivieron se rindieron a las tropas cubanas con la esperanza quebrada al no poder acceder a un reembarque salvador o la milagrosa aparición de los marines y la aviación estadounidense para alcanzar la victoria a última hora, al más puro estilo hollywoodense.
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La invasión, tras casi dos años de preparación, se inscribió en los planes agresivos que se pusieron en marcha en 1959 por orden de la Casa Blanca a la CIA para resolver “el problema cubano”, bajo la dirección de Allan Dulles quien derrocó en tiempo récord al gobierno nacionalista del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, en 1954.
Con el fin de repetir la historia, Dulles reunió a su equipo de la anterior campaña en Guatemala para la nueva tarea y el 17 de marzo de 1960 le fue aprobada por el presidente Dwight Eisenhower la Operación Pluto contra Cuba, considerada la mayor realizada por los servicios especiales estadounidenses hasta entonces.
John F. Kennedy asumió la presidencia en enero de 1961 y aprobó la invasión con la indicación de no involucrar directamente a las fuerzas armadas de su país, decisión que contrastaba con el propio sentido fundamental de la Operación Pluto, que no era más que la creación de un pretexto para intervención.
Al crearse una cabeza de playa en Girón, como constaba en los planes, lograrían según sus pronósticos el establecimiento de un gobierno provisional que pediría ayuda a EE.UU. e involucraría irremediablemente a Washington en la intervención.
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La Operación Pluto comenzó cuando ocho B-26 mercenarios, con insignias cubanas, atacaron por sorpresa el 15 de abril los aeropuertos de Ciudad Libertad, en La Habana; la Base Aérea de San Antonio de los Baños, al sur de la capital; y el Aeropuerto Antonio Maceo, de Santiago de Cuba; con el propósito de acabar con la limitada fuerza aérea revolucionaria, lo que no pudieron lograr.
Además, se incluían acciones terroristas en la ciudad y el campo realizadas por las organizaciones contrarrevolucionarias y bandas de alzados; así como guerra psicológica para confundir a la población y a la opinión pública.
Pero aquellas vanas ilusiones se debieron desvanecer al otro día de ser rechazados los ataques a las bases aéreas, cuando el 16 de abril el Comandante en Jefe Fidel Castro declaró durante el entierro de las víctimas de los bombardeos el carácter socialista de la Revolución y se dispuso a luchar al frente de su pueblo con la consigna de Patria o Muerte, con lo cual comenzó a fraguarse la victoria en las arenas de Playa Girón y Playa Larga.
Unos 1.100 hombres de la Brigada 2506 fueron capturados y trasladados a prisiones en La Habana. Foto BBC
Muchos años después, al analizar las causas de la derrota, Arthur Schlesinger, asesor del Presidente Kennedy, reconocería: “La realidad fue que Fidel Castro resultó ser un enemigo mucho más formidable y estar al mando de un régimen mucho mejor organizado que lo que nadie había supuesto...”
Aunque las investigaciones realizadas décadas después y los propios documentos desclasificados por el gobierno norteño demuestran que, desde la administración de Eisenhower y de Kennedy después, dieron luz verde a planes de asesinato del máximo líder cubano con la percepción de que con la muerte de Fidel sería casi innecesaria una gran operación para derrotar la Revolución cubana.
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En las ciudades el pueblo organizado en los Comités de Defensa de la Revolución, junto a los órganos de la Seguridad del Estado, durante la “llamada recogida de Girón “ en horas detuvieron preventivamente a buena parte de la quinta columna y desmontaron todo el sistema de apoyo interno a la invasión.
Mientras, las unidades de las milicias y del Ejército Rebelde que combatían a los alzados, principalmente en el Escambray, recibieron órdenes de la dirección del país de acrecentar las maniobras de cerco y de combate a los bandidos que poco o nada pudieron hacer.
También en el plano político y diplomático, el Comandante en Jefe Fidel Castro previó la batalla y dio instrucciones al canciller Raúl Roa para que denunciara en la ONU el ataque y Cuba ganó el apoyo de gran parte de la humanidad progresista, junto a la URSS y el campo socialista, y mantuvo la denuncia de la agresión en tiempo real durante los días de combate.
El tiempo transcurrido desde aquel lejano abril demuestra que contra Cuba siguen las mismas intenciones del imperio y hoy los seguidores de los invasores de Girón se esconden en las nuevas terminologías del engaño del “poder suave”, de los logaritmos que en la red envilecen la verdad y actúan con un redoblado resentimiento crecido en estos 60 años de derrotas.