La Habana, 11 ago.- Se cumple un mes de los incidentes del 11 de julio en Cuba, donde hoy continúa la normalidad impuesta por el fuerte embate contra la Covid-19.
Los cubanos viven la paz cotidiana, a despecho de seguir bajo la guerra económica impuesta por el bloqueo de Estados Unidos, y el bombardeo en las plataformas virtuales que insisten en distorsionar su realidad.
Atrás quedan los hechos violentos, los actos de vandalismo y las agresiones a la ciudadanía y representantes de las fuerzas del orden, que siguen siendo incitados desde el otro lado del Estrecho de la Florida.
Desde entonces los tribunales municipales cubanos procesaron a decenas de personas relacionadas con los disturbios, con apego a la legalidad, respeto al debido proceso y garantías previstas en la legislación cubana.
Así lo afirmó hace unos días al diario Granma el magistrado del Tribunal Supremo Popular (TSP), Joselín Sánchez.
'Las personas que se han puesto a disposición de los tribunales son aquellas cuyas conductas han sido constitutivas de delito', aseguró el también director de Supervisión y Atención a la Población del TSP.
Entre tanto, el gobierno cubano reforzó la atención a reclamos justos y agravados por la crisis provocada por el fuerte rebrote de la pandemia y las carencias impuestas por el acerado cerco estadounidense.
Equipos dirigidos por dirigentes del Partido Comunista de Cuba y el Gobierno se movilizan por comunidades y provincias, en particular aquellas más afectadas por la transmisión del nuevo coronavirus.
En la geografía insular continuó con paso firme la vacunación anti-COVID-19. Hasta el 7 de agosto se habían administrado 10 millones 828 mil 13 dosis de los candidatos vacunales Soberana 02 y Soberana Plus, y de la vacuna Abdala, todos frutos de la ciencia cubana.
A la par, brigadas sanitarias reforzaban provincias con fuerte transmisión de la enfermedad, y hoteles, escuelas y otras instalaciones se convertían en centros de atención, entre otras medidas para atender la emergencia y la insuficiencia de recursos.
Al respecto el presidente Miguel Díaz-Canel encomió la importancia del trabajo comunitario y la participación de la población en la solución de problemas y necesidades.
De esa manera comentó una visita de trabajo gubernamental al barrio de La Güinera, en esta capital, que fue escenario de hechos de violencia hace un mes.
En los últimos días se multiplicaron allí las acciones restauradoras en la vivienda, servicios comunales, gastronomía, recursos hidráulicos, educación y comercio.
Mientras la Güinera celebraba que uno de sus hijos, Luis Alberto Orta, ganó a puro coraje la medalla de oro en la lucha olímpica de Tokio, en la comunidad se ofrecían nuevas ofertas de empleo a jóvenes desocupados y crecían las ofertas de capacidades de guarderías infantiles para mujeres trabajadoras.
Además, adquiría nueva agilidad el mecanismo para viabilizar las quejas e inquietudes de los ciudadanos.
Algo parecido ocurría en otros sitios del país.
Por su parte la agenda del presidente Díaz-Canel se apretaba aún más.
El mandatario encabezó encuentros con estudiantes, campesinos, economistas, religiosos y juristas, en un camino que promete llegar a diversos sectores de la nación.
Y en medio de este quehacer allende los mares arribaba ayuda solidaria, que las autoridades se apresuran en hacer llegar a la población.
Llega de Bolivia, Rusia, Vietnam, China, Venezuela, México, Italia, Nicaragua, Canadá y de otras latitudes; de gobiernos, organizaciones y ciudadanos.
Es una contribución desinteresada y sin condicionamientos.
Por ello también es motivo de mentiras de aquellos que insisten en inflamar Cuba, atenta a lluvias de una tormenta anunciada desde el sureste, y donde priman el calor del verano y los esfuerzos por salir adelante.