México.- El curso de la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) realizada en México, transcurrió dentro de los cánones esperados de la diversidad como las rosas entre las espinas.
Según muchos delegados consultados, no hubo sorpresas por algunos pocos dardos lanzados de quienes se sabía lo harían porque les era imposible ocultar su sometimiento a Estados Unidos y ofensas a gobernantes que ya habían sentido antes sus diatribas.
No sorprendió, añadieron, que los ejecutivos de Paraguay y Uruguay, por ejemplo, defendieran a la Organización de Estados Americanos (OEA) a pesar de su desprestigio, y que incluso la equipararan con la Celac, lo cual disgustó a no pocos de los mandatarios reunidos en el Palacio Nacional.
Fue esa actitud, añadieron, la que obligó a restarle fuelle a la propuesta de México de determinar en esta cumbre el futuro de la OEA, lo cual no significa que ese ministerio de colonias como la calificó hace 60 años el canciller cubano Raúl Roa, abandone la capilla ardiente en la que se encuentra.
Esa posición de sometimiento a Washington obligó también a dar un giro a la estrategia de la cumbre y dejar bien en claro que los problemas sociales, económicos, de salud y otros que atraviesa la región, debían ser tratados por encima de los políticos, y hacer énfasis en lo que une y no en lo que separa.
Los presidentes de Paraguay Mario Abdo Benítez, y su colega de Uruguay, Luis Lacalle Pou, rompieron irreverentemente las reglas de urbanidad política y apretaron el gatillo contra Venezuela, en primer lugar, y Cuba y Bolivia, en un intento de darle un giro negativo a la cumbre. Fueron sus espinas más punzantes.
Para entonces ya habían hablado casi todos los ejecutivos que podrían haberles respondido, y eso dio la impresión de un oportunismo malévolo de ellos dos, pero faltaba aun la intervención del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
El mandatario bolivariano cumplió con lo más importante que debía transmitir a sus homólogos, como recordar el papel que jugó el presidente Hugo Chávez en el nacimiento de la Celac.
Dentro de la diversidad y discrepancias lógicas, Maduro resaltó la importancia de cada uno de los 44 numerales que recoge la Declaración de México porque expresan una voluntad de unidad e integración obligatoria para la defensa de los intereses de la región.
Dijo que después de varios años sin cumbres, se retoma el camino que debió seguir, pero pidió que se haga en un nivel más alto, y solicitó que se comience a recuperar mecanismos perdidos como los relacionados con los consejos de ministros de economía, de salud, de justicia y construir una nueva institucionalidad regional.
Allí aprovechó para responder de forma breve pero contundente a los presidentes paraguayo y uruguayo, a quienes instó a poner ellos día, hora y lugar para debatir abiertamente sobre democracia, política, independencia, libertad, de cara a todos los pueblos de América Latina, y cortó así la intención de desviar la atención de los problemas centrales de la cumbre.
Algunos de los presentes consideraron que el debate, muy bien llevado por Maduro para no concederle beligerancia a quienes insultan a otros, sirvió para tomar conciencia colectiva de que la política internacional, como dijo el propio presidente chavista, debe estar al servicio de los pueblos y de sus intereses, no de ideologías.
La situación no está para otra cosa que no sea la unidad, la diversidad es pluralidad, es unidad y lucha de contrarios como expresan conceptos filosóficos, y lo más importante es que su interpretación no sea solo retórica, sino estímulo para la acción, indicaron.
Ese es uno de los mensajes que México trató de enviar al convocar la cumbre y presentar los documentos con las ideas para fortalecer la Celac y convertirla en interlocutora válida de la región en todos los procesos de diálogo y negociación.
Fue esa actitud, añadieron, la que obligó a restarle fuelle a la propuesta de México de determinar en esta cumbre el futuro de la OEA, lo cual no significa que ese ministerio de colonias como la calificó hace 60 años el canciller cubano Raúl Roa, abandone la capilla ardiente en la que se encuentra.
Esa posición de sometimiento a Washington obligó también a dar un giro a la estrategia de la cumbre y dejar bien en claro que los problemas sociales, económicos, de salud y otros que atraviesa la región, debían ser tratados por encima de los políticos, y hacer énfasis en lo que une y no en lo que separa.
Los presidentes de Paraguay Mario Abdo Benítez, y su colega de Uruguay, Luis Lacalle Pou, rompieron irreverentemente las reglas de urbanidad política y apretaron el gatillo contra Venezuela, en primer lugar, y Cuba y Bolivia, en un intento de darle un giro negativo a la cumbre. Fueron sus espinas más punzantes.
Para entonces ya habían hablado casi todos los ejecutivos que podrían haberles respondido, y eso dio la impresión de un oportunismo malévolo de ellos dos, pero faltaba aun la intervención del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
El mandatario bolivariano cumplió con lo más importante que debía transmitir a sus homólogos, como recordar el papel que jugó el presidente Hugo Chávez en el nacimiento de la Celac.
Dentro de la diversidad y discrepancias lógicas, Maduro resaltó la importancia de cada uno de los 44 numerales que recoge la Declaración de México porque expresan una voluntad de unidad e integración obligatoria para la defensa de los intereses de la región.
Dijo que después de varios años sin cumbres, se retoma el camino que debió seguir, pero pidió que se haga en un nivel más alto, y solicitó que se comience a recuperar mecanismos perdidos como los relacionados con los consejos de ministros de economía, de salud, de justicia y construir una nueva institucionalidad regional.
Allí aprovechó para responder de forma breve pero contundente a los presidentes paraguayo y uruguayo, a quienes instó a poner ellos día, hora y lugar para debatir abiertamente sobre democracia, política, independencia, libertad, de cara a todos los pueblos de América Latina, y cortó así la intención de desviar la atención de los problemas centrales de la cumbre.
Algunos de los presentes consideraron que el debate, muy bien llevado por Maduro para no concederle beligerancia a quienes insultan a otros, sirvió para tomar conciencia colectiva de que la política internacional, como dijo el propio presidente chavista, debe estar al servicio de los pueblos y de sus intereses, no de ideologías.
La situación no está para otra cosa que no sea la unidad, la diversidad es pluralidad, es unidad y lucha de contrarios como expresan conceptos filosóficos, y lo más importante es que su interpretación no sea solo retórica, sino estímulo para la acción, indicaron.
Ese es uno de los mensajes que México trató de enviar al convocar la cumbre y presentar los documentos con las ideas para fortalecer la Celac y convertirla en interlocutora válida de la región en todos los procesos de diálogo y negociación.