Llaman a una marcha antigubernamental y aseguran que es una iniciativa de paz, cuando es evidente que buena parte de los sectores que la apoyan, dentro y fuera de Cuba, buscan hace décadas un cambio de sistema político y social... y para lograrlo están dispuestos a todo.
Afirman que la marcha iba a cumplir con todas las demandas de la ley, que estaba amparada por la Constitución, cuando en realidad violaba una de las principales preceptos de ese entramado legal: la defensa del socialismo. La pretensión está clara, es la de los eternos adversarios de la Revolución: la restauración del capitalismo en Cuba.
Y el momento no podía ser más propicio: justo cuando el país se prepara para normalizar sus rutinas, que implica afrontar las consecuencias de una crisis agudizada en buena medida por el impacto de la pandemia, sumado al efecto de las sanciones de los Estados Unidos y la compleja situación internacional.
Oportunismos que no son casuales: cuando aparece alguna luz al final del túnel, ciertos individuos (que resultan ser en todo caso útiles agentes de un poder injerencista) insisten en instaurar el caos, con la esperanza de que provoque el añorado estallido social.
No lo van a lograr. Cuba necesita paz, pues son muchos los desafíos del momento. Y el país debe demostrar capacidades para enfrentar problemas internos y presiones del país más poderoso del mundo.
Se ha librado y se ha ganado una de las batallas más complejas: la vacunación, con productos cubanos, de la gran mayoría de la población. La actual situación epidemiológica permite vislumbrar la reanimación de sectores esenciales de la economía, especialmente el turismo. Contra eso quieren atentar, vendiendo la idea de un estado fallido, incapaz de sostenerse.
Intentan capitalizar demandas justas de las ciudadanía ignorando las fórmulas del consenso nacional, las vías del diálogo entre el pueblo y las instituciones. Se suman o se pliegan a las recetas de la guerra no convencional.
Pero no lo van a lograr. Y lo impedirá justamente la mayoría de un pueblo que trabaja por el desarrollo y la prosperidad. Y lo hace convencido de la justeza de un proyecto social construido con el aporte de millones de cubanos.
La vida seguirá su cauce: imperará la tranquilidad ciudadana, los niños asistirán a sus escuelas, seguirán funcionando los servicios y las fuentes de la economía. Se defenderá la soberanía nacional. Cuba seguirá adelante, para frustración de los que siguen apostando por la desunión y el odio.