Era muy pequeña y paseaba por la calle de la mano de mis padres, y veía gente pidiendo limosna en la puerta de las iglesias cuando entrábamos a misa. Me sobrecogía cuando les miraba a los ojos. Luego nos sentábamos en la terraza de un bar y era otra la gente que se acercaba a mis padres y a mi pidiendo dinero. Y mi cabeza de niña no lograba entender por qué nosotros teníamos una posición, aun siendo de clase trabajadora, y ellos otra.
Crecí en un sistema capitalista (y lo conozco desde pequeña), que con el paso del tiempo se ha ido convirtiendo cada vez en algo más feroz y destructivo. Y yo, como hacía de niña, cada vez que me he encontrado con una persona que ha sido excluida de este sistema, que son cientos y son miles y millones, siempre la miro a los ojos, veo las arrugas de su piel, y pienso en qué historia tendrá detrás para haber llegado hasta el lugar conde está, mendigando, y muchos de ellos durmiendo en la calle.
Y sintiendo todo esto, que a veces me hacía llorar, y otras insultar al sistema, un día la vida me acercó a Fidel. Yo sabía quien era, pero muy superficialmente. Me fui acercando a él poco a poco, conforme fui madurando. En Barcelona estuve cerca de tendencias anarquistas escribiendo para Solidaridad Obrera y la CNT, pero aquello no era lo mío, algo fallaba, esa ideología no tenía nada que ver conmigo. Tenía a Fidel siempre dentro, pero la política española y los partidos dejan mucho que desear y quise ser utópica; pero la utopía puso los pies en la tierra un 13 de agosto de 1926, hace hoy 96 años. Y no puedo recordar un momento de alumbramiento, solo sé que cumplí 30 años y al mes Fidel subió al plano celestial. Y ahí yo dije: ¿Qué has hecho todo este tiempo? Y fui a Cuba y empecé a producir una película documental, pero no quiero ir por ahí.
Yo quiero hablar de Fidel.
Todo lo bonito que yo veía de él en sus discursos, en sus gestos, quedaron en un segundo plano cuando me puse a estudiar su obra. Ese romanticismo del Fidel del Moncada junto a sus compañeros y compañeras, me hizo entender que esta revolución no es política. Que esta revolución es humanitaria, humana. Es filosófica, es moral, es de ideas. Y solo de las ideas vive una sociedad. Porque esas no se matan, y por eso mismo somos nosotros, los que defendemos actualmente a la revolución los que no debemos matarlas ni en el más mínimo detalle, por respeto a los que las defendieron con el pecho frente a las balas y a los machetes.
El 13 de agosto de 1926 la historia se encargó de reparar causas pendientes, y le dio vida al latinoamericano más importante del siglo XX, aunque yo me atrevo a decir que de la historia de la humanidad. Ese día no solo Latinoamérica vio la luz que debía llegar, sino el mundo, porque lo que Lina y Ángel alumbraron, fue un bien tan necesitado desde antaño, por y para los humildes. Que pudiendo haber sido un rico terrateniente despreocupado, se dio cuenta que la pasividad y el silencio eran la complicidad de aquellos que oprimen.