El Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) es una desviación o trastorno, una discapacidad del desarrollo que acompaña a la persona durante toda la vida y se caracteriza por alteraciones en la comunicación, la interacción social, por comportamientos que pueden ser repetitivos o intereses restrictivos.
La Organización de las Naciones Unidas decretó el 2 de abril como el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, con el objetivo de mejorar la calidad de vida tanto de la población infantil como de los adultos.
En ello influye el tratamiento que se les brinda a esas personas en cada país, y en tal sentido la Mayor de las Antillas prioriza su atención de manera personalizada y multisectorial, logrando así que reciban lo necesario para hacer su vida lo más placentera posible.
Del diagnóstico a las primeras atenciones Mabel Whiilby Santiesteban, especialista de segundo grado de Psiquiatría Infantil y responsable dentro del Grupo Nacional de Psiquiatría Infantil de los trastornos del TEA, explicó que las familias comienzan a reconocer en los niños síntomas y señales pasados los 18 a 24 meses.
Entre las señales de alarmas que se pueden detectar en ellos se encuentran un retraso en el desarrollo del lenguaje, las palabras que tenían las pierden o no dicen ninguna, disminuyen el contacto ocular, no responden cuando se les llama por el nombre, o dejan de realizar juegos simbólicos o imaginativos.
Además, tienen falta de interés por compartir con iguales y con las personas, se ensimisman, prefieren los juegos aislados, utilizan los juguetes para hacer movimientos repetitivos, chuparlos, hacer sonidos o tienen una fascinación por determinados objetos.
Whiilby Santiesteban recalcó que se advierte también la presencia de ecolalia (repetición de las mismas frases) o inversión pronominal (hablar en segunda o tercera persona), rabietas ante los cambios y alteraciones sensoriales que pueden hacer que al niño le molesten los ruidos, determinadas texturas de ropas, los olores, o que se golpeen y no lo sientan.
Cuando se identifican esas señales se debe buscar al médico de familia y es él (o ella) quien lo transita hacia las instituciones de salud determinadas para atenderlos.
En Cuba, gracias a sus recursos humanos, el proceso es jerarquizado por los psiquiatras infantiles, pero para el diagnóstico participa un equipo multidisciplinario con especialidades como genética, foniatría, otorrinolaringología y neurología, señaló la funcionaria.
Una vez que se tiene el diagnóstico, el cual es ideal hacerlo antes de los tres años por resultar fundamental para la intervención del niño, especialistas de los ministerios de Salud Pública y de Educación en un vínculo estrecho definen la modalidad de atención educativa que mejor se adapte a las necesidades del infante.
Puede, por tanto, ser ubicado en la enseñanza especial para niños con autismo, mantenerse en la educación general o asistir a una combinada con otras enseñanzas especiales, destacó la especialista.
Desde el momento en que se recibe a la familia en los centros educacionales o de salud se empieza a intervenir en el bienestar del pequeño, pues se le orienta cómo debe modificarse el comportamiento y maneras de estimularlo.