Los avances en materia de salud durante los últimos años y el aumento de la esperanza de vida, entre otros factores, han propiciado el ascenso del envejecimiento como una de las variables demográficas más representativas del siglo XXI.
A este fenómeno no escapa Cuba, que decrece y envejece poblacionalmente, una realidad visible para la nación caribeña, cuya población con 60 años o más ya sobrepasa el índice del 21. 3%, de acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
Sobre los desafíos que, en materia de cuidados a largo plazo, implica contar con una proporción cada vez más alta de personas mayores se habló este jueves en el panel Los cuidados de las personas mayores desde una mirada integradora, que contó con la participación de Alberto Fernández Seco, jefe del Programa Nacional de Atención al Adulto Mayor, Asistencia Social y Salud Mental del Ministerio de Salud Pública de Cuba; Patrice Paoli, embajador de Francia en Cuba; así como geriatras y otros especialistas de la región.
En su intervención, la doctora Lilliam Rodríguez Rivera, directora del Centro de Investigaciones sobre Longevidad, Envejecimiento y Salud (CITED), señaló que el surgimiento de los cuidados y su asignación a las mujeres se remontan a épocas tan lejanas como la comunidad primitiva. También aclaró que, aunque el envejecimiento constituye un factor de riesgo para desarrollar discapacidades y requerir cuidados, ello no implica que todos los adultos mayores no puedan valerse por sí mismos, ni que los cuidados se ofrezcan solo a ese grupo etario: también los niños y los adultos con discapacidad necesitan cuidadores.
Como el envejecimiento no es sinónimo de enfermedad, se aspira entonces a que las personas tengan mayor calidad de vida: que no se trate solamente de sobrevivir más años, sino de hacerlo del mejor modo.
En su ponencia, Rodríguez Rivera se basó en los datos aportados por la Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional realizada en 2017, para hablar de la situación de los cuidados en Cuba, el país más envejecido de América Latina y el Caribe.
Entre los datos ofrecidos por el estudio, destaca que poco más del 57% de las personas de 50 años y más prefieren, en el caso de necesitar cuidados, que sean ofrecidos por mujeres, seguidos por el 35%, a quienes les da igual que sean hombres o mujeres, y poco más del 5%, que declararon preferir a un hombre como cuidador.
Como promedio, cada persona de 60 años y más con al menos una limitación recibe 10.2 horas diarias de ayuda. Si se trata del grupo etario de 60 a 74 años, reciben 9.8 horas y quienes rebasan los 75 años reciben 10.4 horas diarias.
A cada persona mayor necesitada de cuidados le llega, como promedio, el apoyo de 1.7 personas. En el contexto cubano, contar con un cuidador se dificulta en ocasiones, pues las familias cada vez son más pequeñas.
“En 60 años, el tamaño de las familias cubanas se ha reducido en un 40%, lo cual trae consigo que cada vez existan menos personas aptas para cuidar dentro del núcleo familiar y que los cuidadores (generalmente mujeres), se vean sobrecargados y abandonen el mercado laboral, todo ello condicionado también por las migraciones internas y externas”, afirma la especialista.
Cuando en la encuesta se preguntó a quienes brindaban apoyo qué necesitaban para desarrollar sus actividades, respondieron, entre otras cuestiones, que requerían la visita de los médicos de la familia, recursos materiales (como pañales, materiales de curación, etc.) y la contratación de cuidadores estatales.
Por ello, Rodríguez Rivera aboga por el establecimiento de políticas de cuidados, para apoyar a las familias que lo requieran, especialmente al importante número de cuidadores que sobrepasan los 60 años y continúan atendiendo a sus mayores.
Rodríguez Rivera señala que no existe un modelo único de cuidados a largo plazo. “Tenemos que diseñar e implementar uno propio, que sea eficiente. Y no es un asunto que concierne solo a Salud Pública. Los cuidados son transversales a la sociedad y demandan la participación de todos los sectores. Es una deuda que tenemos con nuestros mayores, centenarios, y con nosotros mismos que seremos los adultos y adultas mayores de mañana”.
En ese sentido Alberto Fernández Seco, jefe del Programa Nacional de Atención al Adulto Mayor, Asistencia Social y Salud Mental del Minsap, abogó por que se brinden los cuidados en la comunidad, pues el proyecto de vida de la mayoría de los ancianos no implica internarse en una institución. “Antes, el 80% de los adultos mayores en hogares de ancianos no necesitaban ayuda para realizar sus actividades cotidianas y el 20% tenía discapacidad. Ahora tratamos de que la mayoría de los institucionalizados sean personas que presenten discapacidad, para mantener en su entorno a quienes puedan valerse por sí mismos”.
Fernández Seco explicó que, tras la jubilación, los mayores pueden seguir trabajando, y Cuba necesita de ellos, teniendo en cuenta que desde 2010 aumenta la proporción de personas de la tercera edad y disminuye la proporción de menores de 15 años, lo cual evidencia el envejecimiento demográfico.
“Buscamos que el envejecimiento sea una oportunidad de desarrollo, no un problema a enfrentar, y con esa premisa llevamos a cabo cada esfuerzo en materia de cuidados”, afirmó.