Encontrarle entretenimiento la mayor parte del día a los más pequeños de casa, más que una tarea, ha constituido el reto principal de madres, padres, abuelos y hermanos, envueltos en una ambiciosa e innovadora actividad que se repite cada jornada.
A más de un año de convivencia con la COVID-19, en Cuba, no así en todas sus provincias, la situación epidemiológica ha obligado a detener los procesos docentes presenciales, aunque el gobierno cubano ha adoptado estrategias para no afectar el curso escolar.
Medidas como el distanciamiento físico y social, como bien se ha demostrado por la comunidad científica global, son de las más efectivas para detener cadenas de transmisión del SARS-CoV-2 y evitar posibles decesos a causa de la enfermedad.
Sin embargo, mantener esa estabilidad física y social de los niños, producto de la propia interacción en su ambiente social, con sus amigos, la profesora, las actividades diarias y los horarios para cada una de estas, no ha sido tan llano como muchos pensaron.
Cierto es que quienes repararon la COVID-19 cosa del momento, se han visto sofocados por la interrupción de colegios y semanas de encierro, y las madres han tenido que emprender su papel como tutora, pero también como educadora y malabarista.
La COVID-19 ha desempolvado juegos tradicionales que, en el fondo de la gaveta, no eran de interés para niños, adolescentes y jóvenes, y habían sido suplantados por los del celular, los de las consolas, series televisivas o películas.
Como si el tiempo hubiera retrocedido solo unos años, ahora con el parchís hay quienes viven el desafío de mover una ficha o comer la del contrincante; en el ajedrez hay quienes ya lo dominaban y lo retomaron, y otros descubren tal acto de concentración y análisis.
El pon o rayuela, a conformar en el piso lo mismo con una tiza o tras la posición en orden de ciertos elementos, seguro ha devuelto a algunas madres un pasaje de su niñez con la satisfacción de ver brincar a su fruto como canguro cubierto de alegría.
Dentro de los de mesa, jugar con las cartas al solitario, al cuadrado, siempre ha devenido un buen entretenimiento y momento de agrado familiar, como también jugar a las damas, y damas chinas, el juego de la oca, monopolio, cero o cruz, entre otros.
Saltar la cuerda, jugar al cogido, los escondidos, a las bolas o canicas, al trompo, hacer carrera de sacos, dibujar con crayolas, pintar con acuarelas, a pesar de tanto mal por la pandemia, tiene algo positivo, y es que los niños han descubierto y los padres los han motivado a conocer, disfrutar y aprender a través de juegos tradicionales que habían sido guardados en la memoria y el armario.