La sociedad cubana del futuro, y también la de hoy, asegura Mario Luis Castillo Albalá, licenciado en Enfermería y presidente de la Cátedra de Sexología y Educación Integral de la Sexualidad de la Universidad Médica de Villa Clara, tiene que ser, necesariamente, mucho más plural e inclusiva.
«Sueño con un país donde todos estemos unidos, en el que no haya ningún tipo de discriminación por razones de raza, color, orientación sexual o posición económica», señala quien es un abanderado de los derechos de las personas con sexualidades no hegemónicas.
Y lo hace desde Santa Clara, una de las ciudades con resultados significativos en la defensa de todos los derechos para todas las personas, y donde se gesta, desde hace más de 35 años, el proyecto sociocultural El Mejunje, uno de los más auténticos del país, cuyas brújulas siempre han sido la inclusión y el respeto a la diversidad.
Con Mario Luis Castillo conversó Granma a propósito de la celebración de la Jornada Cubana contra la Homofobia y la Transfobia, en pos de visibilizar lo hecho y, sobre todo, lo que queda por robustecer y transformar para alcanzar ese proyecto de nación, cada vez más justa, a la que aspiramos.
–En los últimos años resultan evidentes los avances de Cuba en materia de protección de los derechos de las personas con sexualidades no heteronormativas. ¿Cuánto se ha avanzado y qué barreras persisten?
–Mucho se ha evolucionado en relación con este asunto, que es difícil y complejo, porque tiene que ver con elementos culturales que no se modifican de la noche a la mañana. En lo logrado ha tenido que ver la labor del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y, desde luego, la voluntad del Partido y del Gobierno para avanzar en este tema, de lo cual da fe la nueva Constitución.
«Sin embargo, aún existen personas, organismos e instituciones con prejuicios respecto a las personas que manifiestan una orientación sexual diferente, lo que se evidencia en las dificultades que enfrentan para ejercer algún tipo de trabajo, e incluso en las maneras en que todavía se les enseña a los niños lo estipulado en los programas de educación sexual.
«Un ejemplo claro de las limitaciones es la prohibición que a veces se ejerce cuando algunas personas transexuales tratan de identificarse como hombre o mujer, derecho que muchas veces les es negado, como ocurría en la propia Universidad donde laboro, lo cual se resolvió gracias al empeño de nuestra cátedra».
–Para lograr la verdadera igualdad a la que aspiramos, resulta necesaria la ruptura de mitos heteropatriarcales en torno a la conformación de las familias. En ese sentido, ¿qué retos deben enfrentar las personas con una orientación sexual no hegemónica?
–Existen muchos desafíos, a pesar de todo lo que se ha avanzado gracias a la Revolución y, en especial, a la labor de Vilma Espín, para darles otro sentido a las relaciones de familia, pues lo más importante respecto a ese grupo social no es cómo esté constituido, sino lo que sea capaz de aportar a la sociedad.
«Ahora estamos a las puertas de un nuevo Código de las Familias, y se llega a este momento como resultado de conquistas sociales, de consensos sobre bases científicas y de conciencia social para garantizar los derechos de todas las personas, en especial los de la comunidad lgbtiq+.
«Sin embargo, pienso que lo que se apruebe no va a cambiar por sí mismo la discriminación por orientación sexual e identidad de género, tanto en el contexto familiar, escolar o social, por lo que habrá que seguir luchando contra el patriarcado que aún impide el pleno ejercicio de la equidad y la justicia social».
–Algunos miembros de la comunidad LGBTIQ+, interesados en la adopción, han tropezado con el infundado criterio de que un matrimonio homosexual podría ser causa de deformación para un niño...
–No constituye, en modo alguno, una aberración que dos personas homosexuales, ya sean hombres o mujeres, adopten a un niño, una niña o un adolescente para su cuidado. De hecho, existen múltiples ejemplos de parejas que lo han hecho muy bien y le han dado a la sociedad seres humanos con muchísimos valores.
«No obstante, en el caso de nuestro país, existe un concepto de familia donde predominan los vínculos biológicos por encima de los afectivos, idea que llevará un tiempo desterrar; pero lo más importante no son las relaciones consanguíneas entre las personas, sino los sentimientos que primen entre ellos.
«Yo mismo tengo un modelo muy cercano en la familia, a partir de dos mujeres homosexuales que habían tenido hijos en una relación heterosexual anterior y, al unirse, criaron a sus descendientes sin problema alguno, de cuya educación emergieron dos personas íntegras.
«Otros consideran que los hijos adoptados tienden a la homosexualidad por el ambiente que los rodea, algo que constituye un error total, porque, de ser cierto, ¿cómo se explica la presencia de la homosexualidad en las familias heterosexuales?».
–La Constitución de 2019 refrenda muchos de los derechos sexuales y las garantías para su ejercicio. Pero hay un reto mayor que es el asociado al cambio cultural. ¿Qué más puede hacerse entonces para impulsar esas transformaciones?
–Se ha recorrido una buena parte del camino, pero aún queda mucho por hacer en este terreno. El principal reto está en alcanzar una mayor armonía entre la familia, la escuela y la sociedad, en su labor de enseñar el respeto hacia las sexualidades no hegemónicas.
«Tiene que haber un mayor respeto hacia lo diferente, comenzando por nosotros mismos, los lgbtiq+, que debemos ser más responsables. Primero tenemos que respetarnos más, para que la sociedad nos acepte. Las personas tienen que apreciar en los homosexuales, transexuales, lesbianas o bisexuales, entre otros, que lo más importante no son las preferencias sexuales de los individuos, sino los valores que seamos capaces de transmitir.
«Si actuamos así, estaremos acompañando todo el esfuerzo legislativo y educativo que hoy realiza el Estado cubano para vencer en esta batalla cultural, que no será una lucha de un día, ni de dos, pero que al final la ganaremos».