Edadismo no es de esas palabras que los cubanos usemos en el diálogo cotidiano, de hecho, no hace tanto que aparece con más frecuencia sobre todo en textos especializados, académicos, y en algunos artículos de prensa.
De hecho, aun cuando se trata de un término acuñado en 1968 por el psiquiatra norteamericano Robert Butler y avalado por la OMS, la Real Academia Española (RAE) no lo incluye, aunque RAEconsultas admite que se puede emplear.
Y mucho que hace falta emplear ese término, referido a la discriminación de las personas por su edad. Si tanto se habla de machismo, de sexismo, pues habría que hablar más del edadismo.
Felizmente, la nueva telenovela cubana “Vuelve a mirar” estrenada este lunes 14, tiene como tema precisamente las desventuras y venturas de personas de la tercera edad.
Muy bien que así sea, sobre todo si se tiene en cuenta que al empezar este año Cuba registraba un incremento en su población de las personas mayores de 60 años, que constituyen el 21,3% del total de cubanos, de acuerdo con una publicación del Ministerio de Salud Pública (Minsap).
Pero este texto no es para hablar sobre la nueva telenovela, de la que, con otro sentido, tomamos prestado su nombre, sino acerca de la discriminación a los adultos mayores.
Sucede que según un nuevo informe de las Naciones Unidas, una de cada dos personas en el mundo tiene actitudes edadistas.
El informe, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) junto a la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos y otras agencias de Naciones Unidas, destaca que el edadismo "contribuye a la pobreza y la inseguridad económica de las personas en la vejez", aumenta el aislamiento social y la soledad de los más mayores.
La pandemia que asola al planeta ha confirmado lo extendido de las posiciones edadistas “con un discurso público que presentaba a todos los mayores con el mismo nivel de fragilidad y vulnerabilidad, mientras los jóvenes eran aparentemente invencibles” indicó la jefa del departamento de Envejecimiento Saludable de la OMS, Alana Officer, al presentar el mencionado informe.
Muy lamentablemente, también esta pandemia puso de manifiesto en algunos países que vieron desbordados sus sistemas de salud, cómo el personal médico en algunos casos se vio precisado a escoger entre un anciano y un joven a quien beneficiar con un respirador.
Esta última disyuntiva no fue ni mucho menos generalizada, pero lo que sí están bastante generalizados son los estereotipos en torno a la tercera edad, y Cuba no permanece al margen de ello.
Muy jóvenes o muy viejos
Quién no ha escuchado alguna vez cuando se necesita a alguien para una tarea importante -ya sea en el espacio laboral, familiar u otro- que se formulen dudas como “¿Tú crees que pueda con lo mayor que está?, o “¿Tú crees que pueda siendo tan joven?”
Como si únicamente la edad, sin considerar muchos otros requisitos y características, fuera un obstáculo de por sí.
Pero es que atrás esas dudas que únicamente asocian las aptitudes a la edad reposan muchísimos prejuicios de los que la mayoría de las veces ni siquiera se tiene conciencia.
Son prejuicios, muchas veces afianzados por los medios de comunicación, por la publicidad y por el mundo audiovisual, entre otros puntales, que asocian la juventud a la salud, la belleza, la rapidez, la creatividad, la innovación, la sexualidad, la fuerza…
Mientras que la tercera edad se vincula a la incapacidad, la fragilidad, la vulnerabilidad, la enfermedad, la fealdad, la dependencia, la nostalgia, la pasividad…
Pero basta quitarse las anteojeras, esas que se le ponen a los caballos para que no miren a los lados, para constatar, a veces en a realidad más inmediata, cuántos ejemplos concretos desmienten lo anterior. Eso, por no hablar ya de figuras que han pasado a la historia de la humanidad.
Cuba y sus ancianos
"Los estereotipos generalizados de discriminación de los adultos mayores por su edad como personas que siempre tienen fragilidad, representan una carga y dependen de cuidados, no tienen una base empírica y limitan la capacidad de la sociedad para apreciar y liberar el potencial de los recursos sociales y humanos inherentes a las poblaciones de edad avanzada», señalaba la OMS.
Y Cuba no escapa de ello, aun cuando existe una manifiesta voluntad política a favor de la gtercera edad, que se traduce en muchas acciones concretas y también proyectos.
A propósito de los estereotipos, un interesantísimo texto de la arquitecta Dalvis Bacallao Borroto, coordinado junto a la máster Carmen Gómez Pozo, del Programa “VIAS, diseño de entornos amigables” de la Oficina Nacional de Diseño (ONDi) lo ratifica con ejemplos concretos.
Constataron, con el concurso de varios expertos, refuerzan estereotipos tendentes a perpetuar el edadismo, aun sin proponérselo, al representar a personas mayoras con sus supuestos rasgos de identidad: bastón, espejuelos, canas, el moño en el caso de las mujeres, joroba en la espalda, vestuario mal atendido, estar cabizbajos, llevar una jaba de mandados -como único rol-, abundantes arrugas, la fragilidad y discapacidades, así como la necesidad de ayuda.
“¿Hasta qué punto estamos siendo responsables al concebir y diseñar productos que involucran al envejecimiento y a las personas mayores en Cuba?”, interrogaba la autora y subrayaba la influencia de una comunicación irresponsable y cargada de estereotipos que influyen en la subjetividad, e incluso pueden hacerlo también en la salud física y mental.
Este último elemento es extremadamente importante, porque las propias personas mayores al verse así representadas –no solo en carteles, sino en disímiles productos gráficos y audiovisuales- y también al constatar en el trato y diálogo diarios que en su entorno son percibidas de esa manera, pues en no pocos casos, y también inconscientemente, tratan de ajustarse a esa imagen.
El verso del conocido bolero “joven ha de ser quien lo quiera ser”, entraña una gran verdad, pero también su antónimo. Y si alguien se siente y percibe como viejo, así lo será en la práctica, al margen de su edad cronológica.
De ahí lo necesario de ayudar a eliminar del imaginario colectivo esos supuestos atributos que de modo inalienable acompañan a la tercera edad, ya que no solo incentivan actitudes y conductas adversas a esa etapa de la vida sino que también conspiran contra una vejez feliz.
Vejez, divino tesoro
“Juventud, divino tesoro / ¡ya te vas para no volver!”, escribía el poeta Rubén Darío anhelando sus años mozos. Pero es posible que abunden jóvenes anhelando contar con el divino tesoro de la experiencia, el saber, la ecuanimidad y otros muchos atributos que distinguen a los de la tercera edad, que cada vez son más.
La cantidad de mayores de 60 años crece significativamente en el mundo, no solo en Cuba. La OMS estima que hasta el 2050 la proporción de habitantes del planeta en esas edades se duplicará hasta llegar al 22% del total, y, en función de ese cuantioso segmento poblacional se impone seguir enfrentando cualquier discriminación asociada a la edad, el mencionado edadismo.
Cuba, ofrece protección jurídica e institucional a la vejez, y en esta pandemia ha quedado más que confirmado.
Pero es necesario continuar, sobre todo desde las subjetividades, asimilando, argumentando, que las personas mayores, más que un problema, pueden ser, y de hecho lo son, un recurso muy preciado.
Envejecemos a partir del propio nacimiento, pero la vejez, esa última etapa de la vida, se hace cada vez un período más extenso, por tanto mucho que amerita vivirla cada vez mejor en todos los sentidos, sin edadismos, sin que alguien que peina canas se vea precisado a reclamar angustiado: Vuelve a mirar, existo, estoy aquí y aún tengo mucho que ofrecer.