Indudablemente, hablar de La Habana con tanta historia por repasar no resulta tarea fácil, ni siquiera para los más sesudos y conocedores de los dominios citadinos. Más que una provincia, una ciudad, la capital del país constituye un emporio, con una población de más de dos millones de personas y otros muchos viajeros flotantes en sus 15 municipios.
No hay dudas de que cuando de su aniversario se trata (ahora el 502), quienes la quieren bien buscan visitarla en tal ocasión y el punto de coincidencia muchas veces es el sitio fundacional, a la sombra de El Templete, un lugar adonde siempre resulta grato regresar, más ahora en que recobramos la vida, sin exageraciones. Hemos pasado un año y ocho meses de ngustias, que aún no han terminado pero van cediendo en su ímpetu, dios mediante, como dirían los católicos y muy bien dicho.
Se apresta La Habana al advenimiento del nuevo cumpleaños- y en una nueva normalidad que implica convivencia con el virus-, acompañada por la creciente actividad en sus calles, tras la reapertura a la vida económica, social y cultural de la Isla con el control actual de la epidemia en la urbe y el resto de Cuba.
La esperada jornada del 16 de noviembre, fecha de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana, nunca ha pasado inadvertida, pero es cierto que estos últimos 20 meses con la presencia indeseable del SARS-Cov-2 fueron muy difíciles, con más razones entonces para volver a desandar sus vericuetos, ya sea su parte colonial o la moderna, o ambas.
Aun con asuntos pendientes sobre los que pesan factores de diverso corte, entre ellos el reforzado bloqueo imperial y la persistencia de la Covid-19, los predios citadinos han devenido testigos de un reverdecer de sus barrios más desventajados, como es el caso de El Fanguito, en El Vedado.
En su Centro Histórico, a su vez, han aprovechado esta larga etapa de aislamiento para no cejar en el empeño de que la eterna obra restauradora de Eusebio Leal Spengler, siga extendiéndose en el tiempo.
Precisamente en esos dominios, nuevas instalaciones darán ahora la bienvenida a los visitantes; así como será develada una escultura en bronce del extinto Historiador de la Ciudad de La Habana, salida de las manos de José Villa Soberón. La ceremonia de la Ceiba, en la Plaza de Armas, también acontecerá para beneplácito de sus habituales en la víspera del onomástico de la localidad.
Por esas fechas, a principios de la semana entrante, cuando también se abren las fronteras nacionales al turismo internacional, las arterias de la Habana Vieja estarán más frecuentadas, sobran las razones para tales citas pospuestas una y otra vez, como para mantener las medidas higiénico-sanitarias en aras de tener siempre en jaque al virus.
El bullicio será más que notable y las personas se verán felices, lo que se traducirá por sus ojos, en sus expresiones y los gestos de ambas manos.
Todavía las insustituibles mascarillas impedirán disfrutar de las sonrisas en vivo, aunque estarán presentes, se sentirán, se escucharán…
Habrá quienes prefieran esperar los 502 años de su capital en La Rampa, el malecón o en Playa, al oeste- o como muchos en sus municipios de residencia o desde casita-; pero de seguro muchos sí se dirigirán a la parte antigua. Coincidiremos entonces con aquellos que toman por la calle Obispo y de ahí a sus plazas, comercios, centros de servicios y áreas de esparcimiento. Hay para escoger y donde recordar y hacer planes de futuro.
Bienvenido entonces el cumpleaños de la capital de todos los cubanos, felices y conscientes de que transitamos por una nueva normalidad, donde la disciplina y responsabilidad bien valen la pena aunque de festejos se trate.