Desde hace más de 10 años la fecha del 15 de junio fue designada por la Asamblea General de las Naciones Unidas como Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, y bajo su resolución 66/127.
Al inicio se le denominaba más frecuentemente como día del maltrato a los ancianos, pero con los años pasó a convocarse como Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato a las Personas Mayores.
Ese título, sin dudas, conllevó cambios importantes, esto es: se incluyó la expresión de toma de conciencia, así como el término abuso y se cambia el de anciano por persona mayor.
Y ciertamente, es un llamado a la toma de conciencia, pues no necesariamente todos y todas tenemos claramente visibilizado este tema, y en este mundo ya envejecido sobran razones para hacerlo. Se incluyó el abuso además del de maltrato por ser el abuso expresión también violenta, pero más específicamente desde la sobrelimitación con respecto a algo o alguien, aprovechándose el sujeto que lo lleva a cabo. Por otra parte, también en la convocatoria en estos últimos años ya no es refiriéndose solo hacia los ancianos o muy longevos, sino a todos los que conformamos el sector de población con 60 años y más.
Personas mayores, y por dos razones. En mi criterio porque ya ser mayor potencialmente se encuentra con miradas de discriminación y porque ser PERSONA mayor es un término que expresa ciudadanía, en otras palabras, expresa un llamado a mirarles como parte intrínseca de una sociedad. Es decir,(y me incluyo dentro del grupo en mis 68 años) como personas que somos y que seguimos haciéndonos, también en la vejez.
Cabe señalar que este dio es una convocatoria a la reflexión del tema aun en contexto de pandemia en la que los mayores fuimos declarados población de máxima vulnerabilidad, por mayor probabilidad de complicaciones y de cuantía de fallecidos, en caso de ser contagiados.
Ha sido un complejo periodo y con referencias hasta de “gerocidios” cuando en otros países al comenzar a colapsar sus sistemas de salud decidieron declarar a sus viejos como sujetos descartables e impedirles el acceso a la atención médica.
Ahora bien, el abuso y maltrato es expresión de muy amplio espectro y existente en cualquier latitud.
En este día 15 de junio y en todas partes del mundo se harán diversas acciones encaminadas a la reflexión acerca de este tema por lo lamentable, frecuente, muchas veces invisible o camuflado, y por su urgencia a ser revertido de inmediato. Tiene muchos matices y muchos pre-juicios que han permanecido por años y que determinan discriminaciones que van desde la violencia física a los mayores a lo interno de una familia o institución, hasta de formas más “suaves” creídas y sentidas desde “las buenas intenciones”.
Y es que en ocasiones hay un mal trato cuando se nos ignora como posibles participantes en algún concurso o de alguna actividad, incluso sin preguntarnos, porque otros creen que no nos interesa o que no podemos o que pudiera ser riesgoso. También ocurre cuando en aras de protegernos e ignorando la responsabilidad asumida por los mayores a lo largo de la vida, se toman decisiones por otros miembros de una familia.
Es lo que hoy se le denomina como edadismos, en tanto formas diversas de discriminación por la edad.
La pandemia ha ocasionado rebrotes de actitudes edadistas, debido a etiquetear a los mayores desde una vulnerabilidad inducida, en aparición de tratos abuelados e infantilizadores desconociendo procesos de autonomía que nos acompañan toda la vida y que no se pierden por ser mayor, todo lo contrario.
Justamente en esta Década de Envejecimiento Saludable nos pronunciamos por ese envejecimiento saludable, activo, autónomo y sostenible.
La vejez que hoy habitamos una significativa parte de la humanidad, aun no se visibiliza desde sus nuevas necesidades generacionales y proyectos, para lo cual se hace necesario re-educar conceptos tradicionalistas e involutivos sobre la vejez y promover lo que hemos denominado una nueva cultura gerontológica.
Una nueva cultura sobre el envejecer que reconozca a los mayores como personas de derechos y deberes, desde una diversidad intrínseca que determina que seamos la etapa de la vida donde más únicos e irrepetibles somos y por tanto con necesidades diversas, en lo que funciona como de interés para unos no lo es para otros. Una cultura sobre el envejecer que vaya descubriendo a los mayores en escenarios de desarrollo y que cuente con espacios que así lo permita. Escuchar las voces de para quienes se diseñan programas de atención, será sin dudas un ejercicio a generalizar en esta nueva mentalidad.
Los cubanos y cubanas mayores constituimos la memoria histórica viva de nuestro pueblo, de una sociedad bien envejecida, en tiempos económicos complejos, y en la confianza de alternativas que garanticen beneficios y bienestar, en aras de nuestra calidad de vida, y de espacios que podamos no solo recibir, sino también de seguir contribuyendo.
¡Que sea este un día de reflexiones, reconocimientos y evidencias que nos conlleven a una mirada amplia, crítica y de debate porque una mejor vejez siempre será posible!
Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.