Hoy es 13 de septiembre, Día Internacional del Chocolate, una festividad que surgió en Francia, en el año 1995, como homenaje al escritor británico Roald Dahl, autor de Charlie y la fábrica de chocolate, el texto que diez años más tarde tuvo una fantástica versión cinematográfica bajo la dirección de Tim Burton.
Lo ideal sería celebrarlo con un buen atracón de bombones, pero están caros, así que les propongo, al menos por este año, quedarnos en la parte teórica del asunto y compartir algunas curiosidades sobre este producto que resulta de procesar el cacao, un cultivo originario de Sudamérica.
Se cuenta que los mayas lo llevaron a México y, digo yo, que fueron ellos los primeros que notaron el valor de esta semilla, literalmente, pues las empleaban como moneda para el intercambio de bienes.
Como todo lo bueno de América, los conquistadores europeos se llevaron el cacao al viejo continente. Hay fuentes que aseguran que Hernán Cortés decía sobre el chocolate que «cuando uno lo sorbe, puede viajar toda una jornada sin cansarse y sin tener necesidad de alimentarse».
Esa es justamente una de las propiedades que se le atribuye al cacao: su capacidad como energizante; también lo asocian con efectos antioxidantes y afrodisiacos, aunque muchos aclaran que una vez mezclado con azúcar y otros ingredientes para producir nuestros chocolates favoritos, pierde buena parte de sus poderes.
Pero la atracción por este delicioso alimento lo ha convertido en una carta de triunfo, incluso más allá del ámbito culinario. Por acá les dejamos las fotos de un vestido de chocolate presentado en el Salon du Chocolat de Zúrich, Suiza, en 2012, y la escultura de chocolate más grande del mundo: una casa de 15 metros cuadrados, 10 toneladas y media de peso, completamente equipada y amueblada, que la empresa brasileña Casa do Chocolate inscribió en el libro Guinness de los récords.