Siempre la premura del hacer impone la premura del pensar. Los altos niveles de densidad y riqueza de la vida creativa, formadora, devienen una especie de brújula, sin olvidar interrogantes obligadas: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? Al buscar en raigambres, huellas, pensamientos, aparecen nuevas luces en el camino por emprender.
En la jornada dedicada a la cultura cubana, y cada día, es imposible olvidar la reflexión orientadora de Fernando Ortíz: “Para nosotros los cubanos nos habría de convenir la distinción de la cubanidad, condición genérica de cubano, y la cubanía, cubanidad plena, sentida, consciente y deseada, cubanidad responsable, cubanidad con las tres virtudes, dichas teologales, de fe, esperanza y amor”.
La democratización de la cultura que emprendió la Revolución en 1959 establece fuertes nexos entre los procesos culturales, educativos, desde una oportuna sabiduría: la independencia nacional tiene su más firme basamento en el compromiso individual, la defensa de lo propio y de la capacidad de resistencia contrahegemónica.
Para robustecerlos es necesario nutrir las ideas, revelar valores, formas positivas de comportamiento, favorecer el crecimiento espiritual.
Dicha perspectiva tiene en la música cubana valiosas fuentes. Compositores e intérpretes privilegian la diversa sabrosura de géneros, la fidelidad a nombres, aportes de larga permanencia en la memoria y el presente.
Según ha reconocido en exclusiva con BOHEMIA Beatriz Márquez, Premio Nacional de Música: “Me place rendirle homenaje a creadores imprescindibles como Adolfo Guzmán, un cubano de pura cepa. La identidad de nuestra nación está presente en su obra. Producen un regocijo interno las piezas No puedo ser feliz, Profecía, Seré feliz cuando tú me quieras. Incorporé estas canciones suyas a mi repertorio para destacar el talento, la personalidad de un artista excepcional”.
Por su parte el maestro Joaquín Betancourt, violinista, compositor, director de orquesta, destaca la excelencia del sistema de enseñanza artística. “El conocimiento de lo auténtico resulta esencial. Por ejemplo, Cuba fue en el siglo pasado protagonista a nivel internacional con el arrollador paso del mambo y del cha cha chá, en los que Dámaso Pérez Prado, por un lado, y las orquestas Jorrín y Aragón, por otro, llevaron la voz cantante, sobre todo esta última, al convertirse en la primera embajadora del país gracias a sus interpretaciones magistrales. Mantenemos ese liderazgo en otros géneros renovados constantemente. Existe un rock cubano, un jazz cubano”.
Disfruta la virtuosa Omara Portuondo al enfatizar el aporte de los jóvenes. “Se empeñan en traer al presente éxitos de otros tiempos, la buena música no tiene edad, pertenece al ser, al acontecer de la sociedad, sin distinciones de edades o sexos”.
Desde su visión el maestro Jesús Ortega atestigua: “Tradición, modernismo, folclorismo, asimilación foránea, son algunos términos alrededor de los cuales comenzó el crecimiento de la cultura latinoamericana y en particular de la cubana, esto asentó el caudal melódico y rítmico propio a partir de expresiones contemporáneas”
Alertas necesarias
Unos, otros, son conscientes de una urgencia impostergable: conocernos y reconocernos en tanto creadores de conciencia social. También perciben la amenaza del principal instrumento de dominación cultural e informativo con que cuenta el imperialismo. Este pretende instaurar en el mundo los patrones de la industria del entretenimiento, la maquinaria mediática a su servicio. En el presente la humanidad sufre la ofensiva de una colonización a gran escala.
Al decir de la primera actriz Eslinda Núñez, “es importante el papel activo del espectador ante filmes y series promotores de la violencia que llegan desde el exterior. En contraposición, historias épicas, personajes históricos y otros actuales han enriquecido el cine cubano. La fundación del Icaic, el 24 de marzo de 1959, propició el nacimiento de una nueva cinematografía nacional y el estímulo creativo en películas, documentales, cortos, animados”.
En esta idea insiste el realizador Daniel Diez, quien mucho aprendió junto al documentalista Santiago Álvarez. “Él fue lo que podemos llamar un cineasta en revolución. En gran medida esa impronta alentó mi inventiva personal en la propuesta de la Televisión Serrana, una experiencia audiovisual comunitaria, participativa. Artistas inundados de conocimientos y una gran sensibilidad la han llevado adelante”.
Siguiendo esa misma dirección aportó su punto de vista el maestro Chucho Cabrera, Premio Nacional de Televisión y primer director de la Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual en el Instituto Superior de Arte: “Lo esencial es la preparación técnica, artística, de quienes van a relatar historias para el pueblo. Muchas de ellas propician que trasciendan nuestras imágenes y nuestros sonidos allende los mares”.
Lo ratifica Caridad Martínez, directora de programas, Maestra de Juventudes y docente en esa Facultad: “Han llegado a la centenaria radio cubana nuevos talentos deseosos de enriquecer la radionovela, la multimedialidad, las formas de seducir al oyente del siglo XXI. No podía ser de otra manera, pues el arte radiofónico así lo demanda teniendo en cuenta la crisis cultural global, los torbellinos de espectáculos permanentes concebidos para vender y divertir”.
Las actuales condiciones exigen mantener la coherencia de la política cultural, es una tarea prioritaria frente a los intentos de los enemigos de dividir el movimiento artístico, manipularlo con fines subversivos.
Enfrentamos debilidades en torno a la presencia de la verdadera cultura en las redes, desde la producción de contenidos hasta su difusión. La eticidad debe ser un arma para erigir un sólido baluarte en torno al proyecto cubano de independencia y justicia social.
El sostén de nuestras esencias es la cubanidad. Por eso acudimos a voces, testimonios que desde la dimensión del pensar activan el diálogo mediante la práctica de una dialéctica aleccionadora en provecho de cultivar raíces interminables, un tronco poderoso de ser quienes somos.